El trío Mabarak

Escribo estas líneas después de haber asistido a un concierto del orgullosamente poblano Trío Mabarak, con una satisfacción que no se puede describir en un plano verbal. He de anticipar que mi gusto por la música es algo más que patológico, pero acepto mi ignorancia y mis apreciaciones desde un punto de vista bastante limitado, pues no dejo de ser un fanático recalcitrante con las restricciones que le imprimen a mi rudimentaria afición, un gusto especial, sin ser músico.

Me siento como aquellos devotos futboleros que gritan frente a la pantalla de televisión qué es lo que debe hacer un entrenador para ganar un partido, como si los jugadores escucharan los alaridos desaforados de un simple “amateur”. Sin embargo, siento que hay algo de validez en mis conceptos pues en el poco tiempo que tengo de conocer a la maestra Evangelina Martínez en su desempeño al piano (algo así como 35 años) y en innumerables audiciones que van, desde presentaciones en la celebérrima academia de la Maestra Carmen Badillo (ejemplo de invaluable entrega a la enseñanza del arte musical en la ciudad de Puebla), hasta admirables ejecuciones de obras de un nivel técnico indescriptible como el Capricho Op. 116 número 3 en sol menor, de Johannes Brahms (1833–1879) o el Momento musical Op 16 número 4 en mi menor, de Serguei Rachmáninoff (1873–1943). Y qué decir de su examen profesional con el concierto número 4 en Sol mayor Op. 58, de Ludwig van Beethoven (1770–1827), en el que preocupada por el virtuosismo exigido por los requerimientos técnicos de la obra, no dejó de tomar en cuenta los contrastes emocionales que brindaban con generosidad, la sumisión del protagonista solista, a esos momentos de delicia estética, con los instrumentos de suave acompañamiento de violas, chelos, contrabajos, oboes, flauta y fagot. Solitario en la parte más alta y de mejor acústica del teatro principal (uno de los más antiguos de México), más que un examen profesional, escuché la representación más genuina que pude percibir en una entrega total hacia la música.

Pero ahora, hace poco tiempo que he vuelto a tener contacto con ella y escuchando al Trío Mabarak, le reconocí un lirismo de un carácter particularmente equilibrado, sin el típico protagonismo del piano como instrumento completo y además sin dejar a los otros dos miembros del trío con su lugar bien merecido de virtuosos. Bajo el título programático de “Los tres primeros tríos” con el cruelmente olvidado número uno de Franz Joseph Haydn (1732–1809) como una especie de clasicismo temprano; el de Wolfgang Amadeus Mozart (1756–1791) como el autor más clásico del siglo XVIII y el extremadamente complicado trío número uno de Félix Mendelssohn (1809–1847), músico romántico por excelencia, recibí el impacto emocional de una audición verdaderamente memorable que jamás en la vida he de olvidar.

Desgraciadamente no conozco los antecedentes históricos del violinista Aleksander Dechnik ni de Gustavo Cruz al violonchelo que durante todo el concierto se mostraron a la altura de un conjunto musical de una calidad que rivaliza con lo más depurado de la estética musical. Pero hay algo que puedo resumir en unas cuantas palabras. Ya tenemos en Puebla un trío de calidad.

Por supuesto, hay un compromiso de superación conjunta que les habrá dejado la sensación de que todo pudo haber sido mejor, pero eso constituye la característica de todo ser humano que aspira a evolucionar. En estos momentos en los que seguramente la Maestra Evangelina Martínez, al lado del también maestro Alfredo Ibarra como su pareja y los otros integrantes del trío, deben estar festejando con ése sentimiento de éxito mezclado con proyectos de crecimiento profesional, deben tener en mente los próximos planes que, en medio de este caótico país, nos hacen ver que ser partícipes de una sociedad mejor, es factible con la entrega desinteresada y tenaz para que simplemente, nos constituyamos en una patria que esté nada más, a la altura de la excelencia intelectual y sobre todo, musical.

Más que felicitarlos, me congratulo de haber compartido este concierto y me felicito a mi mismo por haber acertado en mi oportunidad de asistir a esta magnífica presentación.