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Llevan tres...

Por: Alejandra Fonseca

2012-02-03 04:00:00

 

Llevan tres. Ellas no cuentan, pero yo sí. Aunque hay estudios que dicen que los animales depredadores cuentan a sus presas cuando éstas, en una persecución,  se esconden. Y aquéllos esperan la salida del último, cuestión que no sería posible si no tienen un sentido de número.

Su actitud es de franca cacería. Ubicadas frente a mí están al acecho. No respiran, no parpadean. No se mueven hasta que encuentran la oportunidad y ¡zas!

Una es más brava que la otra. La segunda está muy consentida y es mi adoración. La primera, ya con 14 años a cuestas, ha sido desde pequeña una gran cazadora. Nos la regalaron y tiene una gran habilidad y ferocidad para cazar ratas y ratones. Su fiereza la demuestra aun con los gatos que vienen a cortejarla y no se encuentra de humor para recibirlos. ¡Y mucho menos que invadan sus espacios! A la fecha cuando caza algún ratón, lo trae en el hocico para que la felicitemos con gran reconocimiento y, después, nos deja tirarlo a la basura.

La segunda caza lagartijas, algún ratoncito despistado por ahí y se la lleva más suave. Nunca saca las uñas al jugar y mucho menos me ataca porque esté de malas o molesta. La mayor sí. Esa, si no está de humor, no duda en hacértelo saber en un segundo sin guardar sentimiento alguno porque la hayas molestado. Desde luego tampoco espera que tengas resentimientos hacia ella. Así es y punto. Así la aceptamos y queremos. Somos familia.

Pero este es un caso distinto. Al principio no tuve pleito cuando me encontraba ante la computadora. Se echaban junto a mí, se dormían sin chistar y todas en paz. Pero un día se me ocurrió comprar un mini ratón alámbrico para tener más comodidad y ahí empezó la guerra.

Cuando lo conecté y lo empecé a usar, ambas gatitas se pusieron alerta. Observan mi mano derecha todo el tiempo: atentas a cualquier movimiento del cable que se retracta, a la luz que se enciende, al famoso “click” que doy con el dedo índice y a la quietud que se vive entre movimiento y movimiento, entre clic y clic.

En cualquier descuido la brava se avienta al cable y lo ataca ferozmente. Con movimientos ágiles y grandes garras afiladas atrapa el alambre y no lo suelta. Lo aprieta, lo jala y no hay quien la quite de su afán. La otra sigue su ejemplo y agarra el cable en otro tramo y ahí estoy tratando de jalarlo de entre cuatro garras. Y entre más jalo, más jalan, y así se han descompuesto dos ratones.

Es mi lucha todos los días ante el ordenador. Se ubican frente a mí y atacan el ratón en cualquier descuido. Sin moverse ni distraerse están atentas como las más. Les he dado los otros dos descompuestos para que jueguen pero no les gustan, porque está muertos.

Van tres los que se chingan, con el de hoy. Salí de prisa por la mañana y dejé la computadora prendida pero tapé el mouse con un trapo para evitar cualquier tentación. Al llegar, con la novedad que lo encontraron, lo atraparon y mataron. ¡Le traían unas ganas locas! Es el que se mueve, el que hace clic y el que tiene luz roja el que hay que cazar. Ahorita que uso un cuarto “ratón” para escribir esta columna, lo escondo después de cada clic, y siguen atentas a que salga. ¡Qué culeras! 

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