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El revire

Por: Alejandra Fonseca

2012-01-20 04:00:00

Eran novios pero ella lo dejó. Él sufrió mucho por la ruptura. Le rogó hasta más no poder y nunca tuvo respuesta favorable. Por el contrario, siempre fue despreciado. Le costó mucho trabajo salir de eso. Se encerró en su casa. Dejó la universidad. No encontraba consuelo ni con familiares ni con amigos que se esmeraban en complacerlo, acompañarlo y darle un rato de alegría. Su mamá lo jalaba para que la ayudara en las puestas en escena en que ella trabaja. Él lo disfrutaba y relegaba un poco la pena. Pero al terminar los eventos, regresaba a su tristeza y desconsuelo.

Salió de la ciudad. Lo invitaron su hermana, sus primos y amigos. Refrescar tiempos en espacios nuevos era lo que necesitaba. No puso pie en lugar alguno donde había estado con ella. Pero no la olvidaba.

Pasaron días, semanas, meses. De repente un día empezó a sentirse un poco mejor. Se animó a entablar conversación con una muchacha. Difícil al no parar de recordar y comparar risas, palabras. Rostros, rasgos, aromas… y recayó.

Pero de recaída en recaída se componía. Agarraba fuerza. Ya reía con soltura. Su madre lo obligó a acompañarla al gimnasio y se puso fuerte. Y es guapo. No faltaron muchachas que se le acercaran y le hicieran la plática, y él… ya no comparaba.

Un buen día invitó a salir a una chamaca. Ella con gusto aceptó. Fueron al cine, a cenar, a bailar. Se reunían con sus amigos a jugar cartas y juegos de mesa; se divertían mucho. Se hicieron novios. Regresó a la universidad. Y él cambió el estado de su situación sentimental en el Facebook, de soltero a tiene una relación.

En minutos, la ex lo llamó: “¿ya tienes novia?” preguntó en obviedad. “Sí, ya”. Colgó. Al día siguiente, temprano, la ex se le presentó en la puerta de su casa. “¡Vuelve conmigo!”, rogó ella. “No. Ya encontré a alguien con quien me siento a gusto”. “¡Por favor, vuelve conmigo, yo te extraño mucho!”, imploró. “No”, –reafirmó el. ¡Ya no!” y subió a su coche.

Ese mismo día le llamó la hermana de su ex: “¿Podrías venir? Tengo algo muy importante que comentarte”. El joven, decente como es, acudió a la cita. Y ahí estaba la ex. “¡Vuelve con mi hermana, ella te adora! ¡No la dejes así, mira cómo está!” Y él sostuvo su decisión. “¿Te quedas a desayunar?”, presionó la ex cuñada. Y se quedó.

“¡Ay, fíjate que fui a Acapulco y estuve sola!”, decía la ex novia. “Ya ves, si volvieras con ella, no tendría que ir sola”, remachaba la hermana. “Me invitaron a una fiesta y fui sola”, seguía la cantaleta de la ex. “Ya ves, si volvieras con ella, no tendría que estar sola”, coreaba la hermana. Y así se la siguieron bocado tras bocado, hasta que no quedó nada en el plato.

“Bueno”, dijo él con amabilidad, “muchas gracias por el desayuno. Me retiro”, se despidió. Abrió la puerta y la ex se quedó helada con lágrimas en los ojos. Él volteó a verla y le dijo: “Ya ves, si no me hubieras dejado, no estarías así”.

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