Con estos ojos que se han de comer los gusanos...

Para O

Llegaron al lugar del accidente. Había habido un choque con dos difuntos, hombres jóvenes. Su auto se metió debajo de un tráiler.  Porexceso de velocidad se voló el techo de su auto. Quedaron decapitados.

Dos médicos legistas, después de las inspecciones del Ministerio Público, se cubrieron con tapabocas y se acercaron donde estaban los cuerpos. Buscaron las cabezas que estaban a un lado. Como rompecabezas armaron a los difuntos, según el color de su tez, lo grueso de sus manos, sus piernas y su estructura ósea. Los acomodaron para subirlos a las camillas y trasladarlos a la morgue.

Una joven auxiliar del Ministerio Público había llegado con el equipo. No era su primera vez en esos menesteres pero sí en un caso de estos. Se impactó fuertemente al estar atenta a todas las diligencias que debieron hacerse. Acompañó a los médicos a que armaran los cuerpos, a levantarlos y se subió a la camioneta del Servicio Médico Forense (Semefo) con ellos.

“Fue muy extraño, –dice ella–. Si fue impactante el accidente, me impresioné más con lo que pasó después en la camioneta: Los rostros de los difuntos estaban totalmente desfigurados. Más por el rictus de dolor y susto que en sí lo deforme o maltratado de la piel o los huesos y te puedo decir que estaban casi deshechos. Pero los dos médicos legistas hicieron algo que me sacudió hasta los huesos: acomodadas las camillas en la camioneta, y ya en camino, se sentaron a los lados de éstas, destaparon la parte de la cabeza y se las empezaron a acariciar… con una compasión, no lástima, sino verdadera compasión, haciéndose uno con el dolor del difunto. Sin rechazo, con amor fraterno...­ Los acariciaban suavemente y, con ciertas pausas, les decían con dulzura y firmeza, en un susurro dirigido a cada difunto en particular: 

Descansa. Tranquilo. Ya todo pasó. … Ya todo está bien. Tuviste un accidente. Acabas de morir. Ya está tu cuerpo completo. No te preocupes. Todo ya pasó. Estoy aquí para llevarte a un lugar donde irán por ti tus familiares. Ya están enterados. En cualquier momento llegarán por ti. Te prometo que yo voy a hablar con ellos. Y te prometo que voy a limpiarte y a arreglarte para que no te vean así. No te preocupes. Todo ya pasó… Yo te voy a cuidar. Tranquilo, todo está bien… Todo ya pasó…

“Poco a poco, con las caricias y las palabras el rictus de los difuntos cambió. Su gesto descansó… se relajó. Poca gente sabe lo que estos muchachos de la Semefo hacen. ¡En verdad muy poca gente lo sabe! Es algo muy íntimo, muy de ellos, muy de su trabajo al tratar con los difuntos en los primeros momentos después de su muerte. ¡Y te juro que esto es verdad. Yo lo vi con estos ojos que se han de comer los gusanos!…”