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Catrinas

Por: Alejandra Fonseca

2012-12-07 04:00:00

 

uedamos en vernos a las 6 de la tarde. La convocatoria fue reunirnos para recibir a nuestros muertos el día 30 de octubre. La condición: llegar disfrazadas de Catrinas.

Las Catrinas son muy exquisitas. Sus vestidos son largos y elegantes. Usan sombreros de ala ancha, cubiertos de velos y encajes. Generalmente se visten de un solo color, todo parejo, con algún toque de otro tono: a veces negro, a veces blanco, a veces rosa mexicano, en fin. Pueden ser muy sensuales y coquetas por lo que decidí sacar mis mejores galas de color negro y codearme con las mejores galas de las demás. No tenía sombrero, pero me prestaron uno hermoso con plumas moradas y negras.

Lo que no se me ocurrió fue maquillarme de Catrina. Pensé que cubriéndome el rostro era suficiente, porque de por sí soy pálida, bueno, verde–amarillenta, y de ojo hundido, así que pensé que no sería necesario. De hecho ninguna de las que llegamos temprano al lugar de la reunión estaba maquillada aunque ahí terminamos de arreglarnos. Lo interesante fue que como fuimos llegando vimos la variedad de disfraces y hubo quien llegó de Catrino, elemental para las fotos.

Una amiga venía de Apizaco. Habló para avisar que tomaría un taxi para llegar a tiempo, pero antes pasaría a comprar una botella de licor para brindar. Habló varias veces para informarnos dónde andaba y cuánto tardaría. Las Catrinas empezamos a beber ponche y a comer bocadillos mientras llegaba esta amiga.

Fue todo un espectáculo verla llegar: venía maquillada de Catrina desde Apizaco. Así, en plena tarde oscureciendo, vestida de jeans y suéter, con la cara toda pintada de blanco–blanco hasta cuello, no jaladas, con círculos negros alrededor de sus ojos y labios pintados también de negro, rubia ella de cabello corto y parado, nos platicó que se paró en una esquina y paró un taxi. Le pidió que la trajera a Puebla y cuánto le cobraría. Me imagino al taxista entre asombrado y aguantándose la risa, quien por la simple facha le dijo que se subiera. Ya arriba ella lo iba dirigiendo por el tránsito. Que cuando volteaba a ver a los pasajeros de otros coches o de camiones la veían entre asustados y cagados de la risa. Así le pidió al taxista que se parara en alguna vinatería que encontraran en el camino. Y llegaron a una, y me la imagino entrando a la tienda y ante el asombro de los dependientes, pedir una botella de tequila. Así llegó, con botella en mano y maquillaje de Catrina. Nos hizo la noche. La que venía de más lejos dejó su estela en el camino. Esto hizo que quedara institucionalizado entre las amigas que cada año, en esas fechas, nos volvamos a reunir para recibir a nuestros muertos, y tener 365 días para pensar bien y preparar nuestro disfraz.

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