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Y amanece...

Por: Alejandra Fonseca

2012-05-18 05:06:16

–¡Ya no me voy a matar!, dijo con cierta alegría y con una frescura, como si el tema “de matarse o no matarse” fuera la plática común de cualquier día.

–¿Te pensabas matar? –pregunté con incrédula admiración.

–No exactamente, –aseveró. Se me fue la alegría de vivir, el sentido de la existencia. Una amiga psicóloga me dijo que estaba deprimida, no era un estado depresivo, ¡no!, estaba ¡de–pri–mi–da! y por más que le busqué no encontré por qué estaba en ese estado.

–¿Pero entonces tu disyuntiva era “de matarte o no matarte”, algo así como el To be or not to be de Shakespeare?

–¡Eres una pendeja!, pero pues sí, algo así…

–Bueno pero a ver, explícame: Estabas en profunda depresión, ¿y luego?

–¡Qué culera eres! ¡Me usas para tus entrevistas!

–¡Es que eres un caso..!

–Pues sí, ya me leeré en tus escritos. ¡Está bien! Te cuento: Me deprimí, así de simple, ¿por qué? No sé. Así son las depresiones: te dan, vacían tu vida, pierdes la voluntad de vivir. Y si se te enquistan, te matan. Te la tienes que sacudir ¡como sea!

–¿Y luego?

–Tú y tu pinchi ‘¿Y luego?’

–Pues sí, ¿y luego?

–¡Va! Había algo bueno en mí: quería salir de eso. Es un estado anímico, mental, físico del carajo. Lloraba por cualquier cosa. No quería levantarme. En fin… Aunque no sabía cómo, ni podía, ¡quería! Eso me salvó. Mi amiga me dio antidepresivos naturales. Si no me controlaban me tendría que ir con un psiquiatra. Y yo estaba abierta a lo que me sacara de eso. Ahí fue donde me di cuenta que no estaba tan jodida. Los naturales me asentaron y a los pocos días me empecé a sentir mejor. Voy a tratar de explicarte cómo me sentí cuando empecé a regresar a la vida: Un día salí a caminar al centro de la ciudad. Era medio día. Un sábado. Caminé sin rumbo fijo, pero me sentí muy bien tan sólo de estar. Disfruté caminar, ver las tiendas, los parques. La gente. Nunca había sentido estar bien sólo por estar, por respirar, por sentir el latido de mi corazón… y ya no lloraba. Estaba alegre sin tener una razón o un sentido. Estaba alegre sólo por estar.

–¿Y luego?

–Día a día me sentí mejor. Estaba como los adictos: Sólo por hoy. Sólo por hoy respiraba, sólo por hoy me alegraba, sólo por hoy sonreía. Mi amiga la psicóloga me dijo que después de un mes de tomar antidepresivos empezaríamos terapia. No la hubiera aguantado en esos días. Estaba alegre pero no podía darle hacia adentro. Pero un buen día, antes del mes, empecé a leer un libro sobre depresión. Leía por leer. Nada más.    

–¿Cuándo y cómo llegaste a la conclusión de no matarte?

–Una tarde, en las lecturas que hacía de un libro a otro, en uno leí que el sentido de la vida era perfeccionar el alma, y esto sólo se consigue sólo con sobrevivir. Es decir si llegas al final de tu vida. Sin salirte antes. Cuando te toca. Ahí me dije: ‘esto es lo que quiero’, sin mayores exigencias de triunfar, tener éxito y esas mamadas. Sólo sobrevivir. Sólo estar como estuve ese día en el caminando en el centro. Sin más. Ese es mi sentido ahora: llegar al final. Diario lo agradezco. Y amanece, que no es poco…

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