» Puebla » Entrepanes
2012-02-17 04:00:00
“¿Por qué pasa eso?”, preguntó doña Lulú con dolor. “No sé, dije, “en realidad no sé…”, respondí.
“Fíjese, yo ni sabía a lo que iba, continuó doña Lulú mientras saboreaba unas albóndigas. “La maestra Hilda me llamó por teléfono y me pidió si podía irla a ayudar ese día. Tengo tiempo de conocerla y trabajo con ella cuando me llama, porque ella quiere diario pero no le aguanto el ritmo. Es muy buena persona y amable. Le dije que con mucho gusto pero sólo un día porque hay que trabajar casi 12 horas en su casa y yo no me doy abasto.
“Ese día llegué a las 8 de la mañana. Me dijo que por favor limpiara el cuarto de Emma. La maestra es jubilada, vive con su marido que también es jubilado, y tienen un edificio de cuatro pisos donde rentan cuartos a estudiantes. Ella es muy buena casera. Consiente mucho a los muchachos. Por eso siempre tiene lleno. Una vez me dijo que solamente iba a aceptar mujeres, pero pues no pudo. Las muchachas llegan con los novios y no se les puede negar el cuarto. Así que igual renta a hombres que a mujeres. Son jóvenes que ya saben lo que hacen, todos son universitarios y están muy contentos porque ella les hace sentir como en casa y les da un muy buen servicio.
“Pues como le dije, me pidió que limpiara el cuarto de Emma. Entré con confianza y me puse a juntar sus cosas. Cambié las sábanas, tendí la cama, limpié el baño y abrí las ventanas para que se ventilara el cuarto. Limpié todo y sacudí.
“Fue cuando terminé que salí con la cubeta, la escoba y el trapeador, que me dijo: ‘Lulú, venga usted aquí… siéntese’. Me lo soltó: ‘Emma se suicidó’, así seco. Duro. No pude creerlo, pero bien mañosa la maestra, me lo dijo después de que había yo entrado a su cuarto y tocado todas sus cosas. No se suicidó ahí, pero la conocíamos, yo le servía de comer, le lavaba su ropa, le limpiaba su cuarto y platicaba con ella…”
Quedó absorta. Guardó silencio. Me miró pidiendo auxilio de sus propias dudas e incertidumbres. Prosiguió más para sí misma que para hablar conmigo:
“Yo nunca he pensado en quitarme la vida. No sé qué se necesite sentir para llegar a eso. Ahora escucho que niños, jóvenes, adultos y hasta viejos se suicidan. ¿Por qué pasa eso?”, volvió a preguntarme con profundo dolor y desasosiego. Y me miró como si yo pudiera darle alguna respuesta.
“No se”, le dije, “en realidad no sé”, respondí.
Y no, no lo sé…
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