Se van dos grandes (y llega un tío)

El pasado fin de semana dejó dos tristes decesos: el del director y guionista catalán Bigas Luna —frecuentemente citado como el “descubridor” de Javier Bardem— y el del crítico norteamericano Roger Ebert. Por la estatura de sus respectivas carreras, extrañaremos a ambos. Bigas Luna realizó, entre otros films, Las edades de Lulú (90), Jamón jamón (92), Huevos de oro(93), La teta y la luna(94), La camarera del Titanic (97) y Son de mar(2001). Se hizo acreedor al Goya, así como a galardones en los importantes festivales de San Sebastián, Venecia, Bruselas y Karlovy Vary. En cuanto a Roger Ebert, ha sido el único crítico cinematográfico ganador del Pulitzer. Su columna, publicada en el Chicago SunTimes durante 45 años, podía leerse en otros 200 diarios de EEUU por estar sindicada. A través de ella y de otros medios (impresos, electrónicos y digitales) influyó enormemente en al menos cuatro generaciones de cinéfilos, con valoraciones no sólo agudas, sino también documentadas y muy bien escritas. Tanto Luna como Ebert murieron de cáncer, a los 67 y 70 años respectivamente. Como antes dije, mucho se les va a extrañar. Que descansen en paz.

De lo reciente que ha aparecido en la cartelera poblana, Alex Cross: en la mente del asesino, de Rob Cohen, y G.I. Joe: el contraataque, de Jon M. Chu, no son precisamente lo mejor, aunque ya sabemos que hay un amplio público para las películas palomiteras, siempre pletóricas en acción descabellada y efectos especiales. En la primera —basada en la novela Cross, de James Patterson— la testosterona la ponen Tyler Perry (en el rol titular), Matthew Fox, Jean Reno y Edward Burns. (Habría sido bueno que una de las víctimas del asesino en cuestión —un tal Picasso— hubiese sido Rob Cohen, el director de la película, lo que infortunadamente no sucede). En cuanto a G.I. Joe: el contraataque, en ella aparecen Dwayne Johnson (The Rock), Channing Tatum, Bruce Willis y otra carretada de testosterona, mayor aún. Es por supuesto el seguimiento a G.I. Joe (2009), lo cual nada garantíza, sino al contrario. Considérese entonces como estrictamente para fans de Johnson y Willis, que por cierto no estuvieron en la mencionada antecesora de hace tres años.

Lo que sí vale la pena es Lazos perversos (Stoker), a pesar de este su formulaico título al español. Se trata de la primera película en inglés del coreano Chanwook Park, a quien debemos cintas de mucho interés como Old boy (03) y Sra. Venganza (05). Inicia con un deceso: el del amado padre de India (Mia Wasikowska), justo en su cumpleaños 18. De la nada aparece el misterioso tío Charly (Matthew Goode) —hermano del fallecido— del que India ni siquiera había escuchado. Charly se asimila de inmediato a la vida de sus parientes, relacionándose con Evelyn (Nicole Kidman), su cuñada viuda, pero también y cada vez más con India, que en paralelo es una joven solitaria, hosca y sin amigos. Lo que sucede en (y entre) este triángulo es lo que conforma el cuerpo de la película. Lazos perversos es un thriller circular de misterio, dirigido con helada precisión por Park. Se toma su tiempo para avanzar —al ritmo del enigma que en sí mismo constituye Charly— pero desdobla con habilidad y estilo para resultar muy absorbente. Varios segmentos de la película sugieren a lo paranormal como un elemento inminente, pero lo que en realidad ofrece es una historia torcida —anormal, desde luego— en el ámbito, digamos, de la obscuridad humana. De ella desprenden, además, un par de subhistorias que hacen a la trama nuclear aún más escalofriante. El tagline de Lazos perversos es La inocencia termina, y vaya que la hace valer. Cabía esperarlo, porque el cine de Chanwook Park nunca ha sido precisamente luminoso. Y en cierta forma —va a sonar raro, pero lo confirman algunos de sus mejores roles— Kidman tampoco.