Mujeres (y no pedazos)

Aún siendo periodo de vacaciones, no pueden estar bien las cosas para la cartelera fílmica cuando “las” opciones son Espejito, espejitoy American pie: el reencuentro. Nada en contra de dichos films, pero su medianía (cuando mucho) enfatiza aún más la vigente carencia de un mejor cine en las salas cinematográficas, ya cuando uno vio todo lo que se ha venido premiando en los diferentes certámenes y festivales del primer trimestre del año. Así, los desolados cinéfilos ya no sabemos qué inventar para entretenernos –podríamos llamarlo los juegos del hambre– ni a quién amenazar –con la advertencia esto es guerra– ni a quién culpar (aquí entre nos). Lo único claro es que sentimos una furia de titanes... grado 2. Esto no nos lo resuelve ni la grata presencia (presencia, no actuación) de Lilly Collins –con look a la Audrey Hepburn– como Blanca Nieves en Espejito, espejito, algo obscurecida por otra presencia: la de Julia Roberts como la malvada Reina. Me quedo, pues pensando: ¿qué presencias femeninas, en qué películas, tenemos que agradecerle al cine como imborrables? En gustos se rompen géneros, pero de todos modos vale la pena el intento, subjetivo como ha de resultar. En lo que a mí respecta –y enfatizo: presencias, no necesariamente actuaciones– las siguientes estarán siempre en un lugar de privilegio en mi memoria de cinéfilo...

Keira Knightley en Realmente amor (Love actually), especialmente en la escena en que revisa el video de su boda, en la casa del mejor amigo de su esposo; justo ahí su belleza se ve inacabable. Cybill Shepherd en La última película (The last picture show), sobre todo en ese momento en que sale de la alberca chorreando agua... sólo cubierta por agua. Andie McDowell en Cuatro bodas y un funeral, en el último acto de la película, debatiéndose entre un matrimonio infeliz y Hugh Grant. Kristin Scott Thomas, tanto en El paciente inglés como en Señor de los caballos. En la primera, por diferentes razones hace recordar (sin pretenderlo) a la Ingrid Bergman de Casablanca; en la segunda, resplandece desde su deseo de cicatrizar el trauma de su hija, pero también se autoconfronta ante la atracción que le produce el sanador al que recurre. Claire Forlani en –gulp– ¿Conoces a Joe Black?, razón de sobra para que el mismísimo ángel de la muerte decida quedarse a vivir (qué ironía) en Rhode Island, planeta Tierra. Jennifer López en ¿Bailamos?, trigueña encarnación perfecta de la premisa que afirma que “el baile es la expresión vertical de un deseo horizontal”. Olivia Hussey en Romeo y Julieta de Zeffirelli; 45 años han transcurrido y sigue sin aparecer, “ni por Verona ni por sus alrededores”, una Julieta de mayor candor y belleza que la irrepetible Hussey, nacida por cierto en Buenos Aires. Y así nada más como presencias, sin vincularlas específicamente a esta o aquella película, varias de mis auténticamente consentidas, a cuyos films de principio asisto porque salen ellas, sin que me importe demasiado lo demás: Marisa Tomei, Debra Winger, Anna Kendrick, Rosemarie DeWitt, Kate Beckinsale y Saoirse Ronan. Seguro las ubican, pero si no es así, aquí tienen sólo un respectivo título para admirarlas: Crimen imperdonable (Tomei), Reto al destino (Winger), Amor en el aire (Kendrick), La boda de Raquel (DeWitt), Serendipity (Beckinsale) y Expiación (Ronan).

En cuanto al cine mexicano –que hoy entrega presencias tan impactantes como las de Salma Hayek, Irene Azuela, Ana de la Reguera, Stephanie Sigman, entre otras– no puedo obviar el recuerdo de Elpidia Carrillo en el corto De tripas corazón (1996), como Meifer, el perturbador objeto del deseo del tímido adolescente provincianoMartín, encarnado por Gael García Bernal en su debut cinematográfico. Por cierto, Cecilia Suárez es otra de mis consentidas; es por su talento que se “roba” los films en los que sale. Supongo que eso es lo que significa ganarse todo el poder...