Los días futboleros son días de gracia

Hace más de 10 años, Amores perrosarmó su estructura con tres historias convergentes a partir de un accidente de tránsito. Su impacto confirmó también –para no llamarlas imitaciones– una tendencia de películas a–la–Amores perros; tendencia ya temática (inseguridad/corrupción/impunidad), ya de tono (el drama urbano), ya geográfica (el Distrito Federal), ya de atmósfera (marcada casi inequívocamente por la ojetez), o todo a la vez. Ante el estreno de Días de gracia, de Everardo Gout, uno se da cuenta de que la influencia del film de Iñárritu sigue dando coletazos. En este caso, las tres historias están separadas en el tiempo (cuatro y ocho años), con el vínculo más bien frágil de algunos personajes, así como de un artificial recurso contextual: se desarrollan en 2002, 2006 y 2010, durante los respectivos Mundiales de futbol.

Pero lo anterior no es necesariamente un problema para Días de gracia, a la que le puedes agradecer su ambición y que tome riesgos; la dificultad real es que su muy fragmentada narrativa confunde al espectador, que no alcanza del todo a ubicarse bien en (y entre) las historias, ni a identificar con certidumbre a los personajes. Incluso, la historia de 2006 se muestra en formato ancho (no así las otras dos), cual si ello fuese el recurso de “ayuda” para situarla mejor, por ser aparentemente la nuclear en el esquema narrativo. Lo extraño es que esa anchura no se acomoda con los múltiples primeros planos a que obliga ese argumento, que recae en Lupe (Tenoch Huerta), un policía al que las circunstancias lo dejan justo en el cruce de caminos de los intereses del poder y la corrupción. Las tres historias, por cierto, bordan en torno a secuestros, cuya brutalidad parece ser la síntesis, la expresión más decantada, de los temores que especialmente hoy asfixian a México.

Días de gracia –coproducción México–Francia– es de primera lectura una película difícil. Se ha acercado al tema de la violencia del mismo modo: con un discurso formal violento, excesivo, nervioso, confuso (casi que con tu boleto debieras recibir también el guión de la película, como mapa aclaratorio). Para nada es una cinta que defraude, pero sí te exige abandonar cualquier esquema comodino de apreciación. Actúan en Días de gracia –además de Tenoch Huerta– Dolores Heredia, Mario Zaragoza, Carlos Bardem (hermano de Javier), Dagoberto Gama y José Sefami, entre otros. El film no sólo se ganó cabida en el Festival de Cannes, sino que ya presume también el premio especial del Jurado en el más reciente Festival de Cine Latinoamericano de Lleida. Ya veremos cómo le responde el público mexicano en estos sus días de estreno; ojalá le resulten de gracia en verdad.

Por lo demás, sólo otros dos estrenos alcanzaron la cartelera en la semana transcurrida de viernes a jueves (que es como funciona para la exhibición): la australiana El prodigio (Mao’s last dancer), de Bruce Beresford, y Locura en el paraíso (Wanderlust), dirigida por David Wain. La primera nos llegó con tres años de retraso, ostentando como tarjeta de presentación el premio del público del Festival Internacional de Sao Paulo 2009. Está basada en la autobiografía del niño chino Cunxin Li, quien al paso del tiempo se convirtió en primer bailarín del Ballet Australiano. En cuanto a Locura en el paraíso, es una comedia que reúne de nuevo a Jennifer Aniston, Paul Rudd y Alan Alda, que en 1998 formaron el cast de El objeto de mi afecto. Tiene que ver con un matrimonio que se muda de Manhattan a una comuna intencional de Georgia, cuando él se queda sin trabajo y necesitan una vida de bajo costo. La idea es buena; su ejecución fílmica no tanto, pero tiene pasajes muy graciosos, siempre que puedas tolerar su crudo estilo de humor (que no es para todos los gustos). Pero bueno: apenas mediana, al menos esta película sí es de 2012...