Agentes, vengadores y extraños temores

De entre muchas cosas buenas que en su momento presentó Moneyball, Jonah Hill fue una de las mejores, como el advisor estadístico del manager de los Atléticos de Oakland, Billy Beane (Brad Pitt). A partir de esa película, a Hill se le evalúa desde nuevos criterios, con mucho mayor respeto. Ahora mismo es posible verlo en una comedia coescrita por él: Comando especial(21 Jump Street), en la que alterna con Channing Tatum. Y a propósito, Tatum aparece también en Agentes secretos(Haywire), otra de las opciones de la actual cartelera, al lado de “pesos pesados” como Michael Douglas, Antonio Banderas y Ewan McGregor. Por cierto, resulta curioso que los títulos en español de dichas cintas parezcan cambiados: a Haywire le vendría mucho mejor el de Comando especial, mientras que Agentes secretostendría más sentido como 21 Jump Street. Desde luego, lo ideal sería que cada una se llamara cual lo pide su título original, sin mayores inventos. (Admito, sin embargo, que no resulta fácil traducir eso de Haywire).

Hace ocho días comenté en este espacio la línea argumental de dichas cintas. Menciono ahora que, en ambos casos, lo más atractivo resulta el reparto: en Comando especial, Hill y Tatum con buena química entre ellos, como dos cops mediocres infiltrados en una prepa para resolver un asunto de drogas; y en Agentes secretos, Douglas, Banderas y McGregor (así como Michael Fassbender) dándole un entorno importante a los deseos de venganza de la protagonista Gina Carano, casi desconocida como actriz pero célebre como profesional de las artes marciales. De Agentes secretos también debe destacarse la dirección de Steven Soderbergh, muy enfocada, encontrando las posibilidades y el tono precisos para que este thriller no resultase rutinario. Como sea, está claro que ni Comando especial (que tendrá secuela) ni Agentes secretos son precisamente films que engalanen una cartelera. Las películas que hoy lo hacen –a ojos del público, me refiero– son por supuesto Los vengadores (¡no te metas con el Hulk!) y Titanic, que ahora surca los mares en 3D, pero le va igual en su travesía. Los vengadores apenas debutó en EU –ocho días después que en México– y en su primer fin de semana doméstico recaudó 200 millones de dólares, batiendo todos los records. Y hablando worldwide, hasta el pasado domingo su taquilla rondaba ya los 650 millones, tres veces su costo anunciado. (Sólo como referencia: en México, con 1 por ciento de eso haces una película muuy cara). Desde esas cifras, no hay que ser agudo para adivinar que los seis personajes titulares van a seguir –digamos– vengándose.

Y ahora dejo a su consideración algo que llamó mi atención mientras intentaba completar una cronología del cine. En 1999, sorpresivamente, la relativamente pequeña Shakespeare apasionado le ganó el Oscar a mejor película a la épica y favorita Rescatando al soldado Ryan, de Spielberg. Hay quien afirma que eso pasó porque aquella funciona mucho mejor en video que Ryan, y es en video como la mayoría de los miembros de la Academia ven hoy las películas nominadas. Entonces, uno se queda pensando cómo y cuánto las circunstancias, las coyunturas, el buen o mal humor de un momento, y hasta el azar, inciden en la percepción sobre una película y, por ende, sobre sus eventuales resultados. Así, si haces cine, ¿le tocará a tu film una proyección luminosa, de correcto encuadre y mascarilla? (Digo, porque no todos los cines están en Austin, ni pertenecen a las grandes franquicias). ¿Se verá bajo los códigos favorables de una sala fílmica (experiencia formativa) o en esos azarosos de la pantalla casera (experiencia apenas informativa)? ¿Merecerá una atención concentrada o una repartida en los distraídos intervalos del zapping? Bueno: ¿lo verá alguien siquiera? (Pero, ¿de dónde me llegan estos turbios pensamientos? Total, a mí me gustó más Shakespeare apasionado que Ryan).