Jueves, marzo 28, 2024

Estudian, transcriben y publican las constituciones fundacionales del Colegio del Estado de Puebla

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Las diversas constituciones fundacionales que tuvo el Colegio del Estado de Puebla a lo largo del siglo XIX, un estudio de ellas, su transcripción y su reproducción fiel constituyen el libro recientemente editado por la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la UAP.

Se trata del volumen El Colegio del Estado de Puebla y sus documentos fundacionales, de la autoría de las investigadoras María de Lourdes Herrera Feria y Rosario Torres Domínguez, con el apoyo de édgar Mondragón Aguilera.

Dicha obra, que se gestó a partir del hallazgo de los encuadernados de dichas constituciones y del trabajo conjunto entre las especialistas “fomenta que otros investigadores se acerquen al fondo que se conserva en este repositorio universitario”, como señaló la directora de Lafragua, Mercedes Salomón.

Al comentar el libro, la historiadora Rosalina Ríos Zúñiga señaló que la educación media superior y superior en México durante el siglo XIX ha sido un tema poco explorado por la academia pues, a la par que el Estado, transitó de un modelo de corporación religiosa hacia una institución de instrucción pública.

La especialista en historia de América Latina distinguió que dicho mundo, con sus rectores, vicerrectores, mayordomos, becarios, pensionistas, rentas y cátedras, fue “distinto pero a la vez cercano” con el presente, pues estudiar este proceso que fue largo y complejo permite entender el surgimiento de las universidades estatales en el siglo XX.

Refirió que en la publicación inicia con una explicación de lo que es la palabra constitución, un gesto que permite entender el carácter de las constituciones fundacionales del 1826 a 1867. Luego, aparece una introducción con el contexto del colegio, en la que se incluye una síntesis histórica que no solo abarca los años de las constituciones sino que se remonta hasta los jesuitas cuando fundaron los colegios.

Rosalina Ríos mencionó que es en esta segunda parte cuando las especialistas María de Lourdes Herrera y Rosario Torres dan cuenta sobre el origen de los cinco colegios: del Espíritu Santo, San Ildefonso, San Jerónimo, San Ignacio  –de residencias– y San Francisco Javier, este último el colegio de indios que funcionó hasta la expulsión de los jesuitas dada en 1867.

Dijo que en dicho apartado, las investigadoras también repasan las vicisitudes que pasaron para ser reabiertos con formas distintas, como lo fue la fusión de los colegios de san Jerónimo y san Ignacio, o como fue el paso del Colegio del espíritu santo hacia el Colegio Carolino durante el reinado de Carlos III, con un patronato real y la supervisión de la diócesis poblana.

Una pregunta fundamental que hacen las investigadoras, señaló Ríos Zúñiga, transcurre a lo largo de ese tiempo: el saber cuánto cambia y cuánto permanece en las corporaciones educativas hasta la instauración de un tipo de instrucción para formar ciudadanos.

Consideró que inicialmente no cambiaron las prácticas, pues parece los primeros cinco años se mantuvieron las costumbres coloniales. Dijo que fue en 1833, con la reforma liberal educativa dada en la Ciudad de México, cuando se suscitaron cambios en la institución y en sus constituciones que se reflejaron en el documento de 1834.

Identificó que en 1840 se dio el desuso del traje talar que usaban los alumnos, además de que se descontinuó el vivir en el colegio. Hubo además otro “pequeño cambio” en el carácter centralista y en el aumento de cátedras.

Luego, continuó Rosalina Ríos, con la reforma de 1854 la institución adquirió un carácter más jerárquico lo que causo desacuerdos y críticas. Para 1856–1857, con el gobierno imperial de Maximiliano, se optó por fomentar la educación científica y filosófica, la carrera literaria y la educación física. En tanto, en la última etapa, para octubre de 1867, ya con el triunfo liberal, se dieron nuevas transformaciones imponiéndose un modelo educativo nacional.

“Trabajos como este son de suma valía para los interesados en la educación del siglo XIX, pues no acabamos de conocer el tránsito que hubo en el siglo para poder pasar de un modelo educativo colonial a un sistema de instrucción en el siglo XIX”, concluyó la experta.

Por su parte, Anne Staples, miembro del Colegio de México (Colmex) consideró que al analizar el periodo de 1825 a 1867, las investigadoras María de Lourdes Herrera y Rosario Torres dan idea de los cambios que han estado “al centro de la vida de la institución desde su fundación”, con la meta de revisar las evidencias de “como perduró la tradición de normar el funcionamiento de las instituciones educativas”.

La investigadora de la Academia Mexicana de Ciencias dijo que con las constituciones analizadas se evidencian aspectos como la obediencia y la disciplina que debían tener los alumnos, para evitar todo acto de descontrol y decadencia.

Asimismo, cómo años después de la expulsión de los jesuitas se dio una sociedad clasista y estratificada, reflejada en el Colegio del Espíritu Santo: su primer patio dedicado a las primeras letras, el segundo a la doctrina cristiana y el tercero a la educación de las niñas.

Destacó que gracias a la inclusión de las reproducciones de las constituciones, que se convierten en fuentes primarias por sí mismas, se puede ver un asunto: la educación de los niños. Así, dejan ver que en el virreinato se buscaban dotes de virtud, aplicación, aprovechamiento y limpieza, además de orden y complacencia, docilidad y subordinación.

Asimismo, la forma en que vestían los alumnos con su traje talar que “escondía la suciedad”, la rígida clasificación de los uniformes según su origen social, pues los más ricos, como “las monjas del convento de la Concepción”, vestían con un traje de terciopelo encarnado azul y verde, con escudos y palmas en el pecho.

“Sus lugares dependían de su avance, los más jóvenes no se mezclaban con los otros, y siempre existía el temor del nacimiento de amistades ilícitas que sí se daban. No se admitían rebeldías”, expuso Anne Staples.

Agregó que “el documento más fascinante” es la constitución del 21 de julio de 1825 pues, a cuatro años de haber sido declarada la Independencia del país, se mantendría en el colegio el retrato de Fernando VII y las armas reales de Castilla. “En esta publicación se tiene el mismo rigor que se tenía con el Colegio Carolino –de Maximiliano– como si la Independencia no hubiera sucedido”.

En suma, la investigadora del Colmex destacó que con el libro El Colegio del Estado de Puebla y sus documentos fundacionales, las autoras María de Lourdes Herrera Feria y Rosario Torres Domínguez ayudan a entender lo que pasaba en la educación de esta ciudad, hace casi 200 años.

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