Resulta en verdad refrescante la entrevista que otorga Diego Luna al periódico español El País que, dicho sea de paso, está haciendo un papel estupendo en este momento al reportar aspectos que muchos medios nacionales ni siquiera contemplan. En efecto, en esa entrevista, Diego nos muestra que el asunto de las próximas elecciones promete un despertar de una sociedad cuasi adolescente, una sociedad que se encuentra hasta el copete de nuestras paupérrimas clases políticas, de los partidos arribistas y de los malandrines que medran en contubernio con estos nefastos: empresarios rapaces, la delincuencia organizada y delincuentes comunes. La gente está harta de ser asaltada, extorsionada, vejada, violada, asesinada. De lo que se tratará, seguramente como afirma Diego en entrevista con Luis Pablo Beauregard, es de votar en contra del PRI, pues como afirma, no hay izquierdas ya. “Hoy tenemos la izquierda más conservadora y oportunista posible –dice Luna–. No puede ser que la izquierda decida juntarse con Encuentro Social. No puede ser que el otro representante de la izquierda decida apoyar a un candidato del PAN. Claramente no tenemos izquierda en este país. Tenemos reacciones al PRI. Ya nadie es lo que dice ser. Son parte de lo mismo”. Cierto, dolorosamente cierto. Como lo he dicho en otros espacios: lo que podría suceder, por ejemplo, es que los representantes de Morena que queden en los congresos, legislaran a favor del aborto y los de PES que queden, correrán de inmediato a boicotear tal legislación. Un despropósito tal cual. Emplearán esta alianza espuria para colocarse en el poder. Lo mismo podemos decir de Acción Nacional y de Revolución Democrática. He visto enfrentadas en una misma comisión del Congreso a una diputada del PRD, representante del movimiento lésbico gay, con una diputada de Acción Nacional, representante del Yunque y no llegar a ningún acuerdo. Pero ahora sí, pues de lo que se trata es de sacar al PRI del poder. Por fortuna, el PRI ha lanzado a un candidato tan anodino, que hasta parece que lo pusieron a posta para que pierda la elección a favor del AMLO. Lo mismo pasa con Anaya.
El fenómeno actual, ese pragmatismo desnudo y vil, podría ser consecuencia de lo que se ha llamado “el fin de las ideologías”, versión que para Franco Savarino, especialista en fascismo y profesor de Historia Contemporánea en la ENAH, es falaz. De lo que se trata, por el contrario, es propiciar desde el modelo neoliberal que impera, la idea cómoda de que las ideologías son perjudiciales para el libre entendimiento entre los ciudadanos, es decir, estorban. Tan sólo en los últimos días, he recibido diversos mensajes en el whatsapp y en facebook con mañosas interpretaciones del socialismo y lecturas deliberadamente ingenuas del capitalismo y de su expresión más roñosa, el neoliberalismo. Savarino comenta a este respecto, en un capítulo del libro llamado La Ideología del Fascismo, Pasado y Presente publicado en la antología Diálogos entre Historia Social y Cultural, editado por la ENAH, “El paradigma post–ideológico, decía, es utópico e ilusorio, por varias razones. Primero, cualquiera puede comprobar empíricamente que las ideologías no han desaparecido: todavía hoy existen en todas partes, partidarios de sus formas ‘clásicas’ o de sus reencarnaciones recientes. Es suficiente dar un vistazo a la internet para descubrir páginas repletas de proclamas, documentos y programas que remiten a referentes ideológicos fácilmente reconocibles. Y existe, además, un gran número de movimientos y partidos políticos que se identifican aun mediante símbolos y discursos supuestamente obsoletos”. En efecto, si esto es verdad, entonces el problema es otro completamente.
Hoy lo que se busca es, por un lado, renunciar a la ideología con el objeto de construir alianzas que lleven a determinados candidatos al poder. PRD y PAN lo tienen claro hace tiempo ya; Morena lo comprendió ahora y hace acuerdos sumamente lamentables en todos lados para poder ganar la votación, es lo único que les importa, con independencia del infame desplazamiento de sus propias militancias. Por el otro, construir un discurso panfletario y ramplón de las ideologías para motivar ciertamente al voto nulo, lo que beneficiaría a los partidos que ya cuentan con un voto duro, como el PRI, única institución que en verdad tiene representación nacional en las casillas, cuestión muy conveniente para lograr cochupos y alquimias de todo tipo. En tercera instancia, semejante pragmatismo necesariamente nos ha de llevar a consolidar la vacuidad que vive nuestra sociedad en torno a lo importante, como una elección de esta envergadura y no el Mundial de Futbol –que justo ese primero de julio, tendrá octavos de final y sabemos qué implica eso–. Coincido con Luna cuando afirma: “Nos urge decir que estos cabrones que han vendido nuestro país y nuestros intereses no solo deben ser castigados. Tienen que dejar de ser parte de la agenda, quiero dejar de oírlos. Que se recluyan en las sombras, se reconstruyan y regresen. Lo que queremos es sacudirnos al PRI de encima”. Sí, pero no es lo único, necesitamos construir una mejor estructura política, con partidos comprometidos y actores serios, pero para ello, es primordial hacerlo desde abajo, desde la educación. En una elección tan enrarecida, lo importante, desafortunadamente para el electorado, se centrará en sacar al PRI, o evitar que AMLO llegue al poder. Perdernos en esa dicotomía tan pueril puede ser riesgosa. Necesitamos razonar el voto, ahora sí.