El trabajo ha sido el camino que ha andado Híkuri durante 17 años. Esa vía los ha llevado a producir cuatro discos, mismos que se mueven en la independencia y la autogestión. Esa misma lógica define su primer concierto de este 2018: el reunir fondos para poder post producir y maquilar su nuevo cedé.
“Creemos en el trabajo y es lo que hemos hecho durante 17 años. Ese ha sido el único medio que tenemos. Antes que pedir mostramos lo que tenemos”, dicen Adolfo y Ludwig Ortíz, hermanos y músicos que han impulsado este proyecto.
Durante una entrevista, mencionan que para el próximo 2 de febrero a las 19 horas en el Teatro de la Ciudad, Híkuri ofrecerá un concierto para recaudar fondos para la concreción de este material musical.
Este concierto, mencionan los hermanos Ortíz, es parte de esa planeación que tienen como banda para reunir recursos. A la par, preparan otro tanto de presentaciones en escenarios diversos: lo mismo con pequeñas audiencias que en foros de mayor capacidad.
Publicar este nuevo cedé tiene que ver con el que denominan es quizá contrario a lo que hacen los “músicos modernos” que “suben” sus composiciones “a la nube”, es decir, ponen a la disposición de los usuarios de internet sus creaciones a través de plataformas de distribución y compra de música.
“A nosotros nos ha gustado tenerlo físicamente, disfrutar del arte, de las ilustraciones, de las fotografías, de las letras que pueden ser vistas como poesía”, señalan.
Se trata, acotan Ludwig y Adolfo Ortíz, de apostar no a la moda, sino al trabajo y a la sinceridad de su música para que sea “un producto de arte” que se pueda disfrutar tanto auditiva como visualmente.
Precisan que el siguiente álbum –del cual todavía reservan su nombre, se integra por 12 piezas entre las que se incluye No los olvidamos, que refiere a lo ocurrido el 26 de septiembre de 2014, la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero.
Añaden que el disco compacto, en el cual participan Jessica Salas, Antonio Larios, Filiberto Cortés, Diego Irrallamendi y su padre Adolfo Zapata, aborda estos temas sociales ya que “no han perdido la voz” para abordarlos.
“Lamentablemente el país nos sigue dando de qué hablar, por ello no dejaremos de alzar la voz y ésta será fuerte. No somos un grupo de rock pasteurizado ni niños malvavisco que se derriten al sol”, expresan.
Acotan que están convencidos en seguir en el camino del blues porque es una música que les da mucha fuerza e identidad. Les confirman además que “no han perdido piso, que nos involucramos, que nos hace enojar la realidad y que hacemos canciones tomando temas que otros no toman”.
Explican que ocupar el Teatro de la Ciudad responde a que forman parte de la llamada Red Nuclear de Creación en el renglón de la música, un programa del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla. Al cual se inscribieron porque ven como un derecho ocupar un foro público que da la oportunidad a la rotación de músicos y sus diferentes estilos, que responden a la búsqueda de estos espacios dignos de presentación: lo mismo para ellos como banda que para el público que los escucha.
Asimismo, opinaron que el presentarse en este tipo de espacios que también se proponen como actos que fomentan la creación de un público, en este caso de escuchas que buscan el blues.
En el disco que viene, que se suma a la lista compuesta por Entre el rock y el blues (2005), Noctámbulo (2009), Vivir en ámbar (2013) y Los hijos del blues (2016), Ludwig y Adolfo consideran que hay un sonido y una personalidad madura.
“Se nota, desde las primeras canciones, que existe un trabajo y temas que no abandonamos porque hay asuntos que desde hace 17 años abordamos. No pensamos que iba a ser fácil pero sí sabíamos que el camino nos daría experiencia. No nos equivocamos en el camino que elegimos”, confiaron.
En ese sentido, concluyeron que su trabajo ha sido hecho sin pretensiones, tomando su propio cauce que ha sido el blues en español y original.