Martes, abril 16, 2024

Voracidad sin límites

Esta sería la definición más significativa de la esencia del capitalismo neoliberal actual, pues define, sin ningún eufemismo, al motor que lo alimenta desde su nacimiento: la acumulación perpetua de la riqueza, a costa de lo que sea y por los medios que sean. Vivimos en una etapa en la que el lenguaje que maquillaba su verdadera naturaleza ya está desgastado, ya no se puede hablar de progreso, de desarrollo, de civilización, de crecimiento, de mejor calidad de vida, de repartir socialmente la riqueza; todo esto ha perdido sentido ante la realidad que desmiente cualquier intento por disfrazarla.

Pero al mismo tiempo el sistema, seguro de su poder y su riqueza acumulados, ya ni siquiera se preocupa por ocultar su verdadera naturaleza, ya no le hace falta porque piensa que tiene todo el control de la sociedad sometida a su servicio. Después de haber roto todas las trabas éticas, políticas y económicas que durante algún tiempo simularon acotar su voracidad (los valores humanistas, la ética cristiana del bien común, los derechos humanos, las legislaciones ambientales) y disponiendo de una enorme masa acrítica y pasiva de consumidores, pareciera que el camino está libre para el apocalipsis final, pues el planeta comienza a dar claras muestras de que la devastación ha traspasado los umbrales críticos del delicado equilibrio entre el hombre–depredador y el medio ambiente; el calentamiento global y sus consecuencias, son una clara muestra de ello, independientemente de que los voceros del capital declaren que se trata de un “cuento chino” y por ello muchos analistas vislumbran ya el derrumbe del sistema a corto plazo, a causa de un apocalipsis ambiental, engendrado por el agotamiento de los recursos naturales, las alteraciones climáticas y sus consecuentes desastres naturales.

Pero no hay que olvidar que este apocalipsis afectará a todos los seres vivientes, y no solamente  a quienes mantienen e imponen al sistema. Si bien es cierto que el capitalismo contiene en su misma lógica interna la acumulación sin límites, no hay que olvidar que para que eso funcione, debe contar con la complicidad de la otra parte: el consumo voraz sin límites. Es decir, el sistema se muestra aparentemente exitoso gracias a la enorme masa de consumidores que dócilmente se traga lo que el capital le quiere dar, a cambio de su trabajo esclavo; alimentos industrializados que lo enferman, medicamentos que alargan la enfermedad sin curarla, productos culturales vacíos que le impiden pensar, tecnología enajenante que producen el espejismo de vivir feliz, productos de lujo innecesarios que lo hacen sentir diferente y superior a cualquier mortal.

La gran mayoría de la población, al aceptar el modelo de vida propuesto, alimenta a la máquina que lo esclaviza y que lo lleva a la destrucción; paradoja de la que un número creciente de personas está consciente, pero aún tiene miedo de saltar del tren que corre desbocado hacia el abismo, pues el salto implica incertidumbre, enfrentarse al esfuerzo de construir otra alternativa diferente,  recuperar valores olvidados, recuperar las relaciones conviviales  con nuestros semejantes, dialogar para construir otro mundo posible; tareas que se vislumbran difíciles y hasta imposibles por el grado de pasividad al que hemos llegado en nuestro afán constante de vivir a la deriva, aplicando la ley del menor esfuerzo y del dejar que unos pocos decidan por nosotros. ¿Podremos saltar a tiempo del tren?

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