Derrumbadas por los terremotos las aspiraciones presidenciales de Miguel Ángel Mancera y con la sobrevaluada Margarita Zavala abandonando el PAN, sin que el movimiento telúrico pronosticado por sus familiares y amigos llegara a ocurrir, Ricardo Anaya tiene despejado el camino para su postulación por el PAN o el Frente que negoció con la cúpula del PRD, pues el problema representado por la ex “primera dama” en el PAN –no la podía expulsar ni marginar–, se lo resolvió pacíficamente Margarita con su decisión de ir cómo “independiente” en busca de la presidencia –“Aunque nunca dejaré los principios del PAN”, dijo a quien la quisiera escuchar–, lo cual tiene un significado distante de las buenas intenciones o la ingenuidad política.
Sería demencial pensar que Margarita ganara las elecciones presidenciales, su candidatura “independiente” no tiene esa intensión, sino la de restar los votos suficientes como para mandar a Anaya y al PAN, o al Frente sin ciudadanos ni principios, pero si con Chuchos, al tercero o cuarto lugar, y permitirá una mayor posibilidad de mejorar el sitio del PRI con José Antonio Meade como candidato. Recordemos que, en el gobierno de Felipe Calderón, el señor Meade fue, primero, secretario de Energía y, durante su gestión, Pemex realizó las primeras adjudicaciones de contratos integrales para exploración y producción a empresas extranjeras, y, posteriormente, fue titular en Hacienda donde impulsó las reformas hacendarias cuyo propósito fue exclusivamente aumentar la recaudación, como es el caso del Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS), determinante del elevado precio de las gasolinas. Sin duda, el actual secretario de Hacienda fue pieza clave en el proyecto neoliberal calderonista, proyecto no sólo compartido por Meade, sino diseñado y puesto en marcha por él mismo desde 2012. Ahora, Calderón y Margarita tratarán de hacer ganar al PRI y Meade, quien por cierto ya inició su campaña en Puebla.
Meade es la representación viva de la afinidad de proyectos entre el PRI y el PAN, por eso no les preocupa la alternancia entre ellos, unas veces tú y otras veces yo y así que pasen los siglos: pero, además, los une el terror pánico a la posibilidad del triunfo en 2018 de una fuerza distinta, con un proyecto popular que permita superar al neoliberalismo, cuyo fracaso no sólo económico, sino también político y social, es evidente. Por eso, a personajes como Miguel Alemán Velasco, junior del “primer presidente civil de la Revolución” y empresario heredero de la riqueza del padre y que forma parte de las familias que tienen y ejercen el poder real en México, les asusta el posible triunfo de un candidato que “lleve enormes grupos de gente a mítines”. En todo caso, Alemán Velasco, y quienes han vivido a la sombra de los negocios privados con fondos públicos, aceptarían sin problemas que ganara la otra derecha, la del Frente formado para detener a Andrés Manuel López Obrador, pero, en cambio, les va a costar trabajo aceptar el triunfo de quien propone, con el apoyo popular, iniciar un cambio para dejar atrás el neoliberalismo.