La semana pasada, como parte de los trabajos del “Primer Congreso Interdisciplinario del Sureste, pasado, presente y futuro del patrimonio cultural”, organizado por alumnos y profesores de las Facultades de Antropología y de Arquitectura, ambas de la Universidad Autónoma de Yucatán, dio una conferencia magistral el doctor Bolfy Efraín Cotton Ulin, especialista en Patrimonio por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, sobre el futuro de nuestro pasado cultural. Lógicamente, el investigador traía ya un discurso construido ex profeso para el evento, pero los acontecimientos recientes hicieron que dirigiera su atención a las consecuencias terribles de los sismos ocurridos en septiembre. Puntualizó que Protección Civil determinó en muchos casos la demolición de diferentes edificios por cuestiones de seguridad sin tomar en consideración la importancia histórica y cultural del inmueble. Por supuesto, tal afirmación no nos resulta extraña pues es moneda corriente que funcionarios y gobernantes brillantes tiren y construyan edificios sin ton ni son con independencia de su valor como patrimonio regional o nacional. Puebla sabe de este tema bastante, no sólo por los problemas que enfrenta el estado por los sismos e inundaciones, sino por los abusos y tropelías cometidos por diversidad de personajes para cumplir los deseos faraónicos y modernizadores del otrora habitante de Casa Aguayo y que ahora hace de todo para llegar a la presidencia de la República. Como dirían los más piadosos, ¡que dios nos libre!
En entrevista con el diario Por Esto de Yucatán, Cotton comentó que “la prioridad y emergencia del país ha llevado a descuidar la atención sistemática y yo tengo la seguridad de que no se ha quitado el dedo del renglón, pero el asunto es que se llegue a concretar un plan, una estrategia, una política que integre a los tres órdenes del gobierno y a otras instituciones que van más allá del INAH o de la Secretaría de la Cultura y que no sólo se garantice el libre tránsito, sino el uso educativo, público, de ese bien y no sea un campo de disputa de grupos de poder. (…) Hay un asunto de disputa comercial, hay un asunto de disputa incluso de tráfico de otras cosas que es muy serio para este tipo de bienes”. Lo último, iba dirigido a explicar la controversia que existe recientemente sobre Chichén Itzá y su utilización como recinto de conciertos, específicamente el homenaje a Armando Manzanero. A juicio de Cotton existe una clara distancia entre muchas autoridades y el patrimonio y se ve claramente representada en acciones como la que comentamos. Manzanero y su obra seguramente pertenecen ya al patrimonio sonoro de Yucatán y para el caso, de México; sin embargo, Chichén Itzá también y es un auténtico despropósito anteponer los intereses de uno sobre el otro. En su conferencia, citó a Frederic Martel y su libro la Cultura Mainstream” para decir que se ha banalizado la cultura y aquello que tenía importancia en algún momento, hoy ya no lo tiene. En efecto, vivimos hoy el tiempo de la inmediatez y aquello considerado patrimonio, tiende a pasar a segundo término; a su vez, en tiempos de desgracia, se privilegia la atención a heridos y damnificados y no se ve a futuro qué se re-construirá y que no. Usualmente, son las comunidades locales las que tendrán algo que decir al respecto.
Como sea, el tema es que debemos estar atentos a todo lo que se nos presenta de manera cotidiana y en tiempos de contingencia, es decir, que tenemos que estar atentos al día a día de nuestros funcionarios y su actuar. Como dice Cotton en la misma entrevista referida con antelación, “me parece que en este momento es muy importante que se vinculen todos los especialistas, universidades, academias e iniciativa privada con el gobierno para generar un plan que nos ayude a responder a esta coyuntura que estamos atravesando”. Y claro, no importa si nos dedicamos al patrimonio o no, pero como académicos debemos estar puntualizando la importancia de sus diversas expresiones tanto materiales como inmateriales. El peligro es constante y acecha por todos lados. Antonio Benavides Castillo comenta en un trabajo sobre la región norte maya en el clásico publicado en la antología sobre Historia Antigua de México, de Linda Manzanilla y Leonardo López Luján, que en “la primera mitad de los 90 los gobiernos estatales, el go-bierno federal y algunos empresarios decidieron crear fuentes de empleo y rescatar el patrimonio cultural precolombino de varias regiones del sureste de México. (…) Además, se creó el Fondo Arqueológico Nacional de, donde se financiaron diversos proyectos de investigación y conservación arqueológica, así como varios museos. (…) Otras aportaciones monetarias han procedido de la comunidad internacional a fin de brindar trabajo a refugiados guatemaltecos. (…) En los últimos años los gobiernos estatales han adquirido cierta conciencia de la importancia que tienen la investigación, la conservación y la difusión de patrimonio precolombino”. Así y todo, ha quedado patente que lo que ha interesado a los gobiernos desde entonces, es la posibilidad de promocionar al país como un lugar de turismo sin atender en realidad a las necesidades del patrimonio y a la enormidad de espacios que se encuentran en esta condición. Se ha perdido mucho en los últimos días y es necesario que se trabaje para que no se pierda más.