Martes, marzo 19, 2024

Excluir la educación del TLCAN

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Está por iniciarse la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y si bien el gobierno estadounidense tiene claro lo que quiere modificar para mejorar su balanza comercial y el de Canadá ha emprendido una estrategia para proteger sus intereses, ni Videgaray (secretario de Hacienda), ni Guajardo (de Economía), han mostrado la más mínima idea de qué hacer y, como se ven las cosas, apenas tratarán de ser obsequioso ante Estados Unidos, es decir, ceder en todo si, finalmente, se deja abierta alguna posibilidad de negocio, lo que sea, lo que deje la voracidad de Trump y los empresarios yanquis,


Con el neoliberalismo, a lo largo de la vigencia del TLCAN (1994–2017), en México se ha profundizado la dependencia; aumentado la desigualdad social y regional y la concentración de la riqueza alcanza niveles obscenos; se ha destruido buena parte de la naturaleza con actividades como la minería a cielo abierto que, además. ha significado concesionar a las empresas mineras buena parte del territorio nacional. Asimismo, el neoliberalismo y el TLCAN han lanzado al desempleado a millones de trabajadores, lo cual ha incrementado la migración y la situación es tal que quienes consiguen empleo reciben tan bajos salarios que no pueden abandonar la pobreza.

El TLCAN y el neoliberalismo, han destruido las mejores y mayores conquistas de los trabajadores. Desde la entrada en vigor del TLCAN, se mercantilizaron la educación, la salud y la seguridad social; además, se perdió el derecho al trabajo digno, a la tierra, al agua, a una vida sin violencia, a la diversidad y a la participación democrática. Simplemente, todos estos derechos, y muchos más, se tornaron mercancías, objetos de lucro en manos del capital nacional y extranjero.

En particular, el sector educativo está viviendo un ataque brutal, impulsado por la mafia en el poder, mediante recortes presupuestales, seguido de restricciones en las matrículas, hasta culminar en una agresiva política de contención salarial y antisindical, que despide maestros y despoja a quienes quedan de sus menguados derechos y prestaciones, además de restringir áreas de conocimiento como Historia, Ética, Estética, Lógica, Filosofía e, incluso, la Geografía, en los planes de estudio, impone enfoques clasistas, además de excluir cualquier injerencia de profesores y estudiantes en la definición de la naturaleza y contenido del proceso educativo.

Hoy, sin duda, una de las tareas más urgentes es recuperar la educación pública como derecho y proceso social orientado a fortalecer la identidad nacional y evitar que el proceso educativo tenga el mezquino objetivo de formar “capital humano” al servicio de la ganancia empresarial; los analfabetos políticos poco o nada sirven a la construcción de una sociedad libre, democrática y justa. La educación debe ser el crisol donde se forjen ciudadanos críticos, conocedores de sus derechos y los ejerzan para evitar perderlos.

Pensada así la educación pública, universal, laica y gratuita, el paso inmediato es dejarla fuera del TLCAN y volverla un derecho social fortalecido evitando los recortes presupuestales, la mistificación del papel de las tecnologías digitales y su privatización. Se trata, pues, de la educación crítica, científica y humanista al servicio del pueblo y su liberación.

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