Deseo en esta breve contribución expresar argumentos, reflexiones, en relación al ya conocido “socavón” que, estoy cierto, muchos compatriotas lo compartirán. |
Análisis de comentaristas, columnistas, de casi todos los medios de comunicación, abordaron con diferentes matices la lamentable e inverosímil muerte de dos personas, padre e hijo, que abordo de su vehículo circulaban en el llamado “paso exprés” de la autopista México–Cuernavaca.
Todos coinciden en que esta trágica pérdida de dos vidas humanas no hubiera ocurrido si no es por un solo fenómeno recurrente, cotidiano que se da en el país, y más en este sexenio, corrupción.
Corrupción, visible en diferentes actos; como en la terca y obstinada oposición al sistema nacional anticorrupción; como en la elecciones del estado de México, que todos advertimos la parafernalia de recursos desparramados por el gobierno para obtener este “Cuestionable triunfo electoral”; preparando lo que vendrá en 2018; como el espionaje a periodistas activistas y políticos de la oposición y la inseguridad rampante en todo el territorio nacional.
Ríos de tinta se han escrito sobre este fenómeno de la corrupción, y los remedios para tratar de corregirla; solo uno, es el adecuado, el pertinente. Decencia de los actores políticos. Término o vocablo en desuso que entraña: corrección, congruencia, consideración, amor por la patria.
Decencia, que en todos sus actos deberían ejercer, practicar los responsables de la guía y gobierno de este país, a cualquier nivel: presidente, secretarios, ministros, gobernadores, alcaldes, etc.
El antídoto para la corrupción es ese, responsabilidad y decencia política, electoral, jurídica, legislativa, etc. En este triste episodio por la muerte de dos personas, auténtica historia de horror desde su caída al hoyo trágico y demora para rescatarlos, se ocultan los responsables en una gama de leyes, recursos y protección gubernamental para eludir su responsabilidad ética y social con toda la nación.
Este hecho, el del socavón, lo descarna: Protección (complicidad) a las constructoras (contratistas privilegiados) a funcionarios, delegados, y de ahí para arriba, hasta el propio presidente de la República, que “con su actitud timorata” de ordenar practicar investigaciones, pretende diluir esa culpa para dar con los responsable. “Falso”, lo es el presidente, su secretario de Comunicaciones y colaboradores que el nombró.
Debe existir la aplicación estricta de la ley contra todos: empresas participantes, funcionarios y gobierno que tienen responsabilidad objetiva penal; la marea de la corrupción ya inocultable cubrirá al propio presidente.
Otro países nos dan ejemplo de que funcionan las instituciones sin impunidad; Guatemala, el presidente Pérez Molina en la cárcel; Perú, Alejandro Toledo, y el matrimonio Humala en la cárcel; además, los ex presidentes de El Salvador y Honduras, todos por corrupción.
Ocultar y proteger a los responsables es de una obscenidad excepcional. Aplicación de la ley y cárcel a los responsables es su trabajo y consigna presidente.