La gobernanza moderna alcanzó ya al Legislativo y es el Ejecutivo quien dicta, coordina, convence e impone su voluntad y con ello se ha convertido en el máximo legislador; su eficacia es de 100 por ciento.
No hay propuesta que haya hecho el mandatario local que no prospere. Su eficacia como el máximo legislador es clara. En el primer trimestre del año le han aprobado, sin ninguna oposición, lo que ha querido.
Las propuestas para designar al nuevo procurador y al Consejo de la Judicatura pasaron sin contratiempos, a pesar de que digan lo contrario.
Lo mismo ocurrió con la reforma constitucional para crear el Sistema Anticorrupción del Estado de Tlaxcala, que corrigió la plana de la bancada de su partido, el PRI, y la reciente creación de nueva legislación y reformas para garantizar la equidad de género y protección de la mujer.
Ello dibuja a un Legislativo entregado a los designios del gobernador, convertido en máximo legislador de la entidad. Entregados los diputados o inoperantes para actuar de muto propio, los congresistas han sido la dama de compañía de esta administración, convirtiéndose en una oficina de trámite del Ejecutivo.
La culpa no es del mandatario, sino de los diputados, quienes no han sabido marcar su agenda y han sido llevados por los tiempos, ritmo y movimientos del Ejecutivo, nada nuevo, impidiendo el rescate de la división de poderes, lo cual sigue siendo en Tlaxcala una teoría jamás comprobada.
Sin embargo, dicen que las cosas podrían cambiar. Dos temas serán cruciales. Insistirán en la reforma al Código Financiero para que los ajustes de las partidas federales se distribuyan entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial; ni magistrados ni diputados se quedarán sin participar del reparto de ese millonario pastel.
Marco Mena convertido en el máximo legislador de Tlaxcala
También la legislación secundaria en materia de reelección de diputados, que buscarán perpetuarse hasta por 15 años, será tema de confrontación. Esos asuntos serán la diferencia, pero es una lástima que sean las conveniencias personales de los diputados las que marquen el derrotero de esa diferencia con el máximo legislador.