Lunes, abril 15, 2024

Los conversos y el VAR

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De pronto, la siempre acomodaticia y anodina prensa futbolera del país se tornó suspicaz, analítica y severa. Entrenadores famosamente conservadores cobraron ímpetus renovados para criticar el mal funcionamiento del Tri; santones de la pantalla lanzaron anatemas contra el juego de la Selección; resultadistas de abolengo, profetas del “ganar como sea”, pasaron a manifestar escrupulosa preocupación por la calidad del juego; publicronistas usualmente incapaces de aventurar la mínima censura al “equipo de todos” se atrevieron a señalar fallas de funcionamiento, errores mentales, crasas equivocaciones del DT.

¡Apareció el peine! Si buscamos el motivo de esta vertiginosa transformación –que alcanzó el sábado categoría de conversión al realismo crítico–, la variable independiente, el eslabón perdido, se llama Juan Carlos Osorio. O Juan cambios Osorio, como algún ocurrente le llamó. Porque al colombiano, desde el miércoles neozelandés le llovió en su milpa chahuixtle del grueso. Seguramente no faltaban motivos. Pero una cosa es la crítica y otra el ensañamiento. Ya hubiéramos querido similar agudeza analítica cuando el Vasco Aguirre alineó a sus cuates en los octavos de final contra EU en Corea–Japón 2002; o cuando al “Ojitos” Meza o al Chepo de la Torre se les escurrían entre las manos sendos hexagonales premundialistas, o cuando cualquiera de nuestros múltiples campeones de liguilla gana de churro (como Tigres al América, pongamos por caso navideño reciente), y ellos se lanzan a un desaforado concurso de alabanzas al eventual vencedor, pues no existe campeón feo en su limitado repertorio. Repertorio que esta vez se abrió como abanico para convencernos de que el Tri jugó basura en Kazán, por más que haya noqueado categóricamente al anfitrión.

Y es el caso que alguna razón tienen. Que México ofrece irritantes altibajos en su juego. Que la defensa es un tembladeral en cuanto la atacan. Que la contención hace agua con facilidad. Que las ocasiones de gol bien fabricadas escasean. Todo eso es cierto, aunque lo sea a ratos. Pero ya quisiéramos ver y oír a los conversos refiriéndose con idéntico filo a la multipropiedad, al draft, a la supuesta Comisión (¿Sumisión?) del Jugador, a las barras pagadas, a los equipos carrusel, a la “inteligencia” de los directivos, a su irrefrenable sed de divisas, al paraíso de los agentes, a los dobles contratos, a los pactos de gavilleros, y a un etcétera que ya se nos volvió interminable.

Si el mismo rigor crítico empleado contra Juan Carlos Osorio lo aplicaran habitualmente a cuanto aquí sucede, otro gallo le cantaría a nuestro futbol.

Toscos preliminaristas. Realmente, por mucho que se busque y rebusque, la victoria de Kazán sobre Rusia ofrece poca tela de dónde cortar. Se ganó y basta. Mejor no indagar a quién –a un conjunto de burdos luchadores, incapaces de enmascarar en mínimas dosis de ingenio la inoperancia y bastedad de su juego. Aun así, le complicaron la vida a nuestra zaga las contadas veces que se acercaron al área, porque Osorio no sólo ensaya cambios de jugadores sino también de posiciones. Y lo que alguna vez fue una dupla central más o menos confiable –Moreno–Diego Reyes– hoy es un baile de relevos donde nadie se entiende con nadie. Eso por no hablar de la insistencia en Layún, cuya apurada técnica individual apenas daría para una cáscara de solteros contra casados, con su ausentismo de labores defensivas por añadidura; y en la otra banda –cualquiera que sea la que Layún ocupe– más de lo mismo; a medio campo, la recuperación funciona mientras Jonathan está fresco y Herrera en el campo; y Vela, que sería el organizador idóneo, rinde poco escorado a derecha, mientras el Chicharito opera lejos del área, en una desgastante labor de marca que, si bien oxigena al equipo, también lo deja sin referente de área.

¿Casualidades? Pareciera que una oncena así no tendría posibilidades de nada. Pero resulta que las pocas que encuentra no las desperdicia (¿De dónde saca Lozano esa espartana valentía?). Y que tiene carácter (¿Le echaremos la culpa a Osorio?); y que la fortuna lo acompaña (pero, ¿será exclusivamente fortuna, suerte, puro azar?); y que los defensas, fallones atrás, cuando se descuelgan es para desnivelar y hacer daño enfrente (así Moreno contra Portugal o Araujo a los rusos). Y que al vencer 1–2 a Rusia, México le ganaba por primera vez en Europa un partido oficial a una selección europea, local además. Solo que esta otra cara de la moneda les pasó de noche a los conversos. Ellos duro y dale sobre Osorio. Por si, en una de esas alguno de sus críticos más feroces logra sentarse en la banca que hoy ocupa el denostado. Quien, por lo visto, a puro golpe de suerte ya instaló al Tri en semifinales. Donde lo espera un rival superior en individualidades y rodaje, lo que hace improbable que pasemos de ahí.

Algo que esperan con ansia los conversos, porque les daría parque de sobra para la crítica.

Caos de media semana. Nueva Zelanda exhibió a México y costó dios y ayuda ponerla en su lugar. Unánime repulsa a las rotaciones, que fueron ocho, como si Osorio estuviera convencido de que nuestro país es un vivero de cracks. O como si considerara que los oceánicos eran pan comido así alineara al combinado de Xonaca. La verdad es que, sin Aquino, el Tri nunca hubiera ganado. Y sin Talavera, seguro perdía. Para poner coto al desastre del primer tiempo –Nueva Zelanda 1–0 arriba… y por milagro no hubo más–, hizo ingresar a Herrera y a Márquez, y durante media hora la Selección apretó y bailó a los all whites, con el inconveniente de costumbre: la falta de gol. Tuvo que emerger Raúl Jiménez casi de la nada para marcar un auténtico golazo –media vuelta al ángulo, dibujada– y tuvo Peralta que apelar a toda su fuerza y su colmillo al rematar la enésima escapada de Aquino y su preciso centro atrás para salvar el partido, faltando menos de diez minutos.

Paupérrimo nivel. La Copa Confederaciones, simple torneo de ensayo, nunca se ha distinguido por ofrecer juegos de calidad elevada; la actual, sin embargo, debe ser de las más bajitas. Única excepción, los primeros 45 minutos del Alemania–Chile. Allí sí se vieron acciones bien hilvanadas y a futbolistas de clase mundial ganosos de triunfo. Al temprano gol chileno (Alexis, 5’) replicó el germano Stindl lanzándose en tromba sobre la meta de Herrera en pos de un servicio desde la izquierda de Hector (40’). Y eso fue todo, porque en el segundo tiempo, ambos se refugiaron en un juego especulativo y aburridón que dejó las espadas en alto, quieto el 1–1 y dudas sobre el verdadero potencial de ambos campeones: el mundial, en versión “B”, y el de América. Para la cátedra, uno de esos dos levantará la Copa. A menos que Portugal o México mejoren mucho su rendimiento.

VAR. El cuarto de los videojuegos ha dado bastante que hablar. Y que interrumpir, porque cada vez que el árbitro traza el cuadrito en el aire hay que contar con 2–3 minutos de suspensión obligada. Eso sí, aun impartiendo justicia con acierto, no lograron evitar que el gambiano Bakary Gassama hiciera un trabajo nefasto en el México–Nueva Zelanda, y sobraron las interrupciones al árabe Fahad Al Mirdasi, a cargo del Rusia–México, que tuvo un desempeño ejemplar. Ergo, si el árbitro es bueno, el VAR está por demás. Y algo más: los varistas de arriba tienen ahora la capacidad de destrozar juegos y equipos como ocurrió ayer con la absurda rueda de expulsiones que diezmó a Cmerún. Si de por sí, eran pocas sus posibilidades ante Alemania, con la roja al hombre que se inconformó por la expulsión de un compañero al que posteriormente perdonó el palquito –porque no procedía echarlo, como en un primer momento hicieron– se demostró que el dichoso VAR puede llegar a ser veneno puro.

Si realmente se trata de mejorar la impartición de justicia, habrá que buscar que no llene de lagunas los partidos, para lo cual urge encontrar el método idóneo. Hasta ahora, casi siempre la iniciativa fue de los del palquito, y solo sirvió para corroborar lo señalado por el árbitro… o para cargarse el juego. Pensándolo mejor, ¿por qué no conceder a los DT la potestad de solicitar la revisión de jugadas, pero limitándolos a 2–3 por juego, como se hace en el tenis? Cualquier cosa, con tal de impedir tanto tiempo muerto, porque así se desnaturaliza la esencia del futbol, donde ritmo y concentración son elementos clave.

Lo que sigue. Como segundo de su grupo detrás de Portugal, México se medirá el jueves, en Sochi, con Alemania. A la misma le falta rodaje, pero le sobra juventud y no le falta calidad: temible rival será. México no va a contar con Guardado, por acumulación de tarjetas, ni al parecer con Diego Reyes, lesionado el sábado. Los conversos seguirán con Osorio en la mira, y el Tri tendrá que apelar a su reconocido espíritu de lucha para sobrevivir a un adversario de verdad. Reto difícil pero interesante. Como también lo es el de la otra semifinal, Chile–Portugal: bicampeón de América contra campeón de Europa.

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