Viernes, marzo 29, 2024

En Puebla no hay crisis cultural, pues no hay ruptura sino continuidad: López Cuenca

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En Puebla la cultura no está en crisis sino que hay continuidad, como incluso deja ver el eslogan gubernamental: “Puebla sigue”. Una crisis, explicó el académico e investigador Alberto López Cuenca, es un corte, una ruptura, una postura antagónica que “no se nos da”.

En pasados días, al lado de las también profesoras de la Maestría en Estética y Arte (Meya) de la UAP, Emilia Isabel e Isabel Fraile, el miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel I señaló que la crisis cultural “habría que provocarla”. Ello, porque en su naturaleza, la cultura se identifica como “un lugar antagónico, de desplazamiento y enunciación, no con la identificación sistemática hacia el Estado”.

Para López Cuenca, es claro, la cultura institucional en Puebla –sobre todo a partir del sexenio morenovallista– está en problemas más no es crisis. No lo está, agregó, porque existe un consenso sobre la identidad, el patrimonio y la cultura.

Bajo esta idea, “quién va a salir a manifestarse contra un museo del títere”, preguntó el académico de la Meya de la UAP.

En ese sentido, el doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid señaló que si hay algo que caracteriza a la cultura institucional en Puebla es su centralismo. Incluso, comparó que este aspecto propone una similitud con lo que sucede en Venezuela, país sudamericano en actual crisis.

“Si hay algo que vincula a la política cultural de Puebla con la de Venezuela es el centralismo, (sobre todo) al crear una cosa que se llama Museos de Puebla que tiene un coordinador que se encarga de todos los museos”, dijo Cuenca, respecto a este proyecto que caracteriza a la actual administración estatal.

Agregó que esta actitud “administrativa” sobre la cultura solamente revela que si bien se está abandonando la concepción elitista del arte, aquella que refería a una concepción burguesa y de ascenso social, ahora la “mala noticia es que la cultura ya no conduce ahí, sino a la entrada de un museo, que es simple ocio y entretenimiento”.

No obstante, el teórico del arte contemporáneo definió que un museo no es un simple edificio ya que esta idea, pese a que define a proyectos como el Museo Internacional del Barroco, es insostenible.

“Un museo no es un edificio, es un espacio de práctica social. Ya está el Barroco, ahora debemos preguntarnos qué hacemos con él, por medio de un ensamblaje social o cómo se le quiera hacer funcionar”.

López Cuenca acotó que un Estado que concibe la cultura como un patrimonio de entrada supone que para los ciudadanos y artistas será difícil enfrentarse a una noción patrimonial de la cultura.

“Claro que queremos que esté sana, bien alimentada y descanse por las noches, pero el reto es reivindicar una acepción de la cultura no patrimonial sino como noción de disenso, conflicto y reflexión”, expuso.

Incluso, recordó que “las prácticas (artísticas) más reveladoras del siglo XX han estado vinculadas con lugares antagónicos”, mientras en el estado “hay continuidad en la homogeneización”.

López Cuenca llamó la atención sobre un asunto: que la cultura –al igual que los hidrocarburos– es el último elemento público que al gobierno le hacía falta entregar a lo privado.

Por ello, abundó que lo que sucede ahora con la cultura, es uno de los “últimos coletazos” de la privatización promovida por el estado, consistente en la cesión de la propiedad pública al ámbito de lo privado.

“Al caer en un análisis presentista, del ahora, la privatización ya se ha producido ya en la comunicación, la educación, la sanidad y la seguridad. Es lo que le queda al estado: ceder la cultura a la iniciativa privada”.

En este escenario, abundó el autor del libro Los comunes digitales. Nuevas ecologías del trabajo artístico, el Estado toma a la ciudadanía como un consumidor, privando una lógica comercial: el que no puede que se quede afuera, quien no pueda pagar que no entre. Por ello, señaló que una crisis cultural llama necesariamente a reivindicar otros vocabularios y a poner en marcha otras prácticas colectivas, así como abrir espacios de interacción.

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