Jueves, marzo 28, 2024

San Isidro en marcha

Destacamos

Empezó la feria –o maratón, o banda sinfín– dedicada al santo patrono de los madrileños, primera con Simón Casas al timón de Las Ventas. Y, francamente, las promesas revolucionarias, o siquiera innovadoras, del francés no aparecen por ningún lado: la mismas ganaderías con sus torotes de costumbre, la misma cojera de carteles, la misma recurrencia masiva a segundones sin mayor cosa que ofrecer, la misma complacencia de siempre con los mandones, aunque no exista ningún número uno… De internacionalismo, meritocracia, novedades atractivas, prácticamente nada. Pinta para ser una feria más, ésta que empezó el pasado jueves 11 y se extenderá hasta el domingo 11 de junio; caben ahí 24 corridas de toros, más cuatro de rejones y tres novilladas; y habrá una coda los días 16 de junio (Beneficencia), 17 (corrida de la Cultura) y 18 (Novillada de triunfadores). Y saldrá como salga, con su inevitable tendencia al tedio. Y traerá mejores o peores cosas que comentar. Pero sin abandonar el guion conocido y reiterado desde la época de los Lozano y los Choperitas, con algún leve, tímido retoque.

Parece como si los tiempos, los actores y los factores del toreo no dieran para más.

 

71 años de historia

 

Pero San isidro no siempre fue lo que hoy es. Empezó en 1947 con cinco corridas en fila y los dardos de la crítica madrileña encima: no podía tolerar que el abono de toda la vida imitara a las ferias provincianas de patrono y vendimia. Para colmo, el toro que abrió el ciclo, de Rogelio Miguel del Corral, se le fue vivo a Gallito, que alternaba con Andaluz y Antonio Bienvenida; y nadie tocó pelo en toda la serie, aunque Pepín Martín Vázquez estuvo soberbio. La primera oreja, al año siguiente, fue para Manuel Álvarez “El Andaluz”, de un pablorromero, y el primer par de ellas para Parrita (10.05.48); el día 12, se producía la primera salida en hombros triple (Antonio Bienvenida, Rovira y Paco Muñoz); en 1949, Luis Miguel, en mitad de triunfal faena, se autoproclamó número uno y ardió Troya. La feria había crecido a ocho corridas. Y por ahí se mantuvo –corrida más, corrida menos– hasta que la fiebre cordobesista la proyectó a los 17 festejos de 1964, año de la confirmación, cornada y triunfo de Manuel Benítez.

Pero con el boom de El Cordobés se multiplicó el turismo. Y la profusión de orejas por cualquier cosa. Y el achicamiento del toro. Por eso, en el 65, Antonio Ordóñez exigió una sola tarde y los de Pablo Romero. El puro contraste con los chivos de María Teresa Oliveira que pocos días antes despacharon entre abucheos Camino, El Viti y El Cordobés ya era un triunfo para el de Ronda: lo materializó desorejando a “Comilón”. Fue en 1968 –última gran feria de Ordóñez–, cuando Miguel Mateo “Miguelín”, al que aparentemente había vetado El Cordobés, saltó al ruedo y se entretuvo jugueteando un rato con uno de los toretes de Benítez. Eran tiempos confusos, y la gente pidió las orejas para el de Palma del Río mientras Miguelín fue detenido y encarcelado. Pero consiguió reflotar su cartel.

 

Las décadas doradas

 

En la estadística de sucesivas isidradas sobresalen numerosos nombres ilustres, tanto de diestros como de casas ganaderas. La costumbre de exhibir al público los encierros a lidiar desapareció a finales del siglo XX, pero en uno de los patios interiores de Las Ventas se sigue develando un azulejo en homenaje al toro más bravo de cada feria. Los premios Maite y Biarritz a lo mejor del ciclo ya tampoco existen, mas no han dejado de tener sucedáneos. Y está, sobre todo, la memoria de gestas y faenas notables de toreros como, en los años 50, Bienvenida, Pepe Luis y Manolo Vázquez, Aparicio, Litri, Antonio Ordóñez, César y Curro Girón, Gregorio Sánchez, más figuras unos que otros, pero protagonistas todos de muchas tardes felices. Varios de ellos continuaban vigentes en la siguiente década, mientras iban tomando sitios de vanguardia los Diego Puerta, Ostos, Paco Camino, El Viti –que se doctoró en plena feria y esa misma tarde (13.05.61) conquistó para siempre a los madrileños–; como lo harían otros de menos renombre, pero no para Madrid, como el zamorano Andrés Vázquez en los 60 y, en los 70, Francisco Ruiz Miguel. La feria rozaba los 20 festejos en que la dejó El Cordobés, que en 1970 superó la hazaña de Chicuelo II en 1954: en cuatro toros, el albaceteño Manuel Jiménez había cosechado siete orejas; Manuel Benítez, en ese año 70 paseó los ocho auriculares de sus cuatro morlacos, contando, claro está, con la borreguna colaboración de los mismos… y la de presidencias amigos y una parroquia la mar de complaciente. Nada que ver con la dureza del actual público venteño.

Y los hubo, como Antoñete y Antonio Bienvenida, que saltando sobre las generaciones, supieron volver y reconquistar su plaza y su feria. Y otros cuyas desigualdades irritaban hoy para encandilar mañana: nadie como Curro Romero y Rafael de Paula para ilustrarlo, aunque hay que advertir que Curro triunfó en Madrid mucho más de lo que se cree –¡Aquel crepúsculo con los tres sevillanos, Puerta, Camino y Romero, llevados en hombros hasta la calle!; la víspera, a Curro lo habían encarcelado por negarse a matar un toro “meneado” de Cortijoliva, tarde en la que Rafael Ortega le cuajó uno de Higueros una de las faena más puras de esta historia (25.05.67)–. Romero seguiría escribiendo páginas imborrables, ya en los 80, al lado de Antoñete. Y coprotagonizando escándalos con Paula.

 

La cumbre del 66

 

Desde mediados de los 80, la suma de orejas por feria cayó drásticamente –de ahí el mérito del Capea, que entre 1984 y 88 no perdonó tarde sin tocar pelo, dejando varios faenones para el recuerdo–. Hay un año, sin embargo, en que el cosmos pareció conspirar en favor de una feria de ensueño. Fue 1966, con 32 orejas cortadas en 16 corridas. De entonces data la legendaria faena de Antoñete al toro “blanco” de Osborne, “Atrevido” de nombre (15.05.66), la de El Viti al colorado de Garzón, un mítico mano a mano Bienvenida–Romero, y triunfos en fila de Camino, Puerta, El Cordobés, Fermín Murillo, Manolo Amador, Tinín, El Inclusero… Algo irrepetible.

Paco Camino, por cierto, tiene la marca de más orejas cortadas, con 46; y El Viti la de salidas en hombros: una docena, por 10 del genial camero.

 

Mexicanos

 

Cuando se instituyó la feria estaban rotas las relaciones taurinas entre México y España, por lo que el primero de nuestros toreros en comparecer sería Rafael Rodríguez, para desorejar a “Guitarrero” de Felipe Bartolomé (16.05.51). En total han participado en la feria 35 matadores mexicanos (más 11 novilleros, de los cuales Antonio Sánchez “Porteño” cortó dos orejas el 31.05.64): Miguel Espinosa, en 11 tardes, no dio una sola vuelta al ruedo (tuvo un percance grave, causado por una banderilla), Joselito Huerta toreó ocho (también herido, a cambio de dos orejas), Jorge Gutiérrez y El Zotoluco seis (uno), Jesús Córdoba cinco (y cinco vueltas al ruedo), Capetillo padre, Manolo Arruza, Saldívar y Diego Silveti cuatro (uno) así como Mariano Ramos (sin trofeos), Rafael Rodríguez tres (uno), El Ranchero Aguilar, José Ramón Tirado, Alfredo Leal, Alejandro Silveti y El Payo tres, El Imposible y Manolo Martínez dos (uno), Rafaelillo, Manolo Mejía, Arturo Macías, Nacho Garibay y Juan Pablo Sánchez dos, y con una corrida y sin trofeos Miguel Ángel García, Raúl García, César Pastor, David Silveti, Fermín Spínola, Adrián Romero y Sergio Flores (heridos de gravedad los dos últimos).

 

Cuadro de honor

 

Lo encabeza Juan Silveti Reinoso, que en la primera de sus dos únicas tardes isidriles se quedó solo con cuatro buenos mozos de Pablo Romero –por percances de Rovira y Pablo Lozano–, y dio vuelta al ruedo en el cuarto, dos más con petición en el quinto y le tumbó las orejas al sexto para salir en hombros (25.05.52). Aunque el mayor triunfador numérico es Curro Rivera, con nueve orejas y dos salidas a hombros en 10 tardes (en la Beneficencia de 1971 y en la célebre corrida de Atanasio en que Palomo Linares cortó polémico rabo y Curro cuatro auriculares: 22.05.72). Lo insólito correría por cuenta del acapulqueño Antonio Lomelín, que con tres actuaciones tocó pelo siempre (seis orejas en total y dos veces en hombros: 28.05.70 y 15.05.71); mató la corrida de Mimiahuápam, una de las más bravas de 1971 (con vuelta al ruedo para “Amistoso”, no bien aprovechado por Victoriano Valencia); Antonio desorejó a su primero, “Cariñoso” de nombre y gran toro también (22.05.71). Otro caso a destacar es el de Eloy Cavazos, con seis apéndices por ocho paseíllos y una cornada: es, además, el último mexicano que abrió la Puerta de Madrid, tras cortarle las dos orejas a un toro colorado de Amelia Pérez Tabernero (27.05.72).

 

… Y Joselito Adame

 

Nuestro único representante matador de este año ha toreado ocho corridas isidriles a partir de su confirmación por Castella en 2011, y cortado cuatro apéndices. Partirá plaza el 30 de mayo (con Francisco José Espada y Ginés Marín, ganado de El Torero) y el 8 de junio (El Cid y Juan del Álamo, con Alcurrucén, completan cartel).

También lo hará el novillero hidrocálido Leo Valadez, el martes 30 de mayo.

Y eso es todo el caso que le ha hecho Simón Casas a la torería azteca, que merecía algo más, sobre todo considerando el buen momento de Sergio Flores y Luis David Adame.

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