Elena Cárdenas, encargada de la oficina de Comunicación de la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México, renunció recientemente a su cargo a raíz de la campaña en redes sociales –twitter– que desarrolló su oficina en torno al asesinato de Lesvy Osorio, joven que fue encontrada sin vida dentro de Ciudad Universitaria en la UNAM, estrangulada. El caso, terrible como es, se ceba con otra víctima, la de la encargada de Comunicación por la desafortunada serie de tuits que publicó para “explicar” –si es que eso puede pasar por una explicación– las razones por las que una mujer sería asesinada. A raíz de estos tuits, como los amables lectores sabrán, se realizó una contra campaña en gacebook y twitter con el tema #SiMeMatan, lo que motivó que Mancera recibiera la “renuncia” de la funcionaria. Nada justifica la estulticia con la que se hizo la campaña contra Lesvy por parte de la Procuraduría –que indudablemente trató de criminalizar a la víctima– y nada importa si ella bebía o no le ponía interés al estudio, el caso es que fue asesinada y se acabó. El asunto tiene que investigarse no sólo como un asesinato, sino como un feminicidio. De hecho, motiva varios puntos a discusión. El primero, es la reacción de la Procuraduría a través del pelmazo encargado del twitter. Ignoro si Elena supervisó todos los mensajes que fueron publicados, pero al ser la encargada del área, es lógico que tenga responsabilidad en lo que de su oficina salga. No obstante, contrario a lo que la mayoría de nuestra sociedad quisiera aceptar, tales argumentos son perfectamente normales; es decir, que todos conocemos a alguien que haya dicho –o nosotros mismos hemos argumentado– que tal o cual mujer se arriesga a vivir lo que vivió Lesvy por la ropa que llevaba, por tener muchos amigos, por beber con ellos a altas horas, por andar sola… Estimados lectores, todos tenemos a esa tía “Eduviges vox populi” o tío “Juan en todo me meto” que reconviene la actitud de nuestras hermanas, hijas, novias o lo que sea y que augura males terribles por transgredir todas las normas establecidas. Lo digo claro, no por el hecho de que una chica vista minifalda o utilice escotes pronunciados, tenemos derecho a meterle mano, a agredirla, a violarla, o lo que es peor, a matarla. La violencia, el odio, la condena, son todas expresiones culturales. No justifico los mensajes de la Procuraduría, pero, aunque no les guste, son aceptables y lógicos en una sociedad como la mexicana.
¿Fue culpable Elena Cárdenas de la campaña de desprestigio orquestada contra la víctima? Aparentemente sí, pero eso no significa que no sea ella misma una víctima de la propia sociedad en la que vive, una que depreda a sus mujeres sin miramientos y que justifica su muerte por profundos prejuicios de género que se encuentran enraizados en México por siglos. Por tanto, es importante decir que el problema de la violencia ejercida hacia las mujeres es un fenómeno histórico, es decir, que se produce en el pasado y se reproduce día con día, adaptándose al mundo que corre, para permanecer. Rita Segato, antropóloga argentina habla sobre el tema de la masculinidad trocada en violencia en una entrevista para Josefina Edelstein del medio argentino La Voz. Argumenta que la violencia de género deriva de la virilidad que, a su vez, se encuentra supeditada a algún tipo de potencia “No sólo la sexual, que es la menos importante, también la potencia bélica, de fuerza física, económica, intelectual, moral, política. Todo esto está siendo concentrado por un grupo muy pequeño de personas y hoy el hombre es una víctima también del mandato de masculinidad”. El asunto, comenta, se agrava más con la crisis económica en la que vivimos que no permite que el hombre pueda manifestar fácilmente su poder. Ello provoca frustración y la reacción es terrible. Ante la pregunta de “¿dónde se restaura la potencia?”, Rita contesta lo siguiente: “En la violencia contra las mujeres. Es un problema de toda la sociedad, no sólo de las mujeres. No hay espacios donde se pueda pensar cómo se podría restaurar de otra manera la autoridad, la potencia, la moralidad, la soberanía de las personas –muy fundamentalmente la de los hombres– frente a la golpiza económica. La situación es tan inestable, tan azarosa, que hay que ser alguien con gran riqueza, con grandes medios para no percibir esa precariedad de la existencia. Y la precariedad de la existencia lleva a la violencia”.
Si tomamos el argumento anterior con seriedad, el mundo actual solamente ha potencializado algo que se encuentra ya presente en el tejido mismo de la sociedad: la virilidad que hace que todo lo que mueve al mundo sea una constante constatación de la misma. En estas circunstancias, hasta las propias mujeres pueden colaborar con esa construcción ideológica. Para Segato, el problema es moral “La sospecha es que somos sujetos inmorales” y remata con contundencia: “A las mujeres nos oprimen en el espacio público, siempre fue y es así. Lo que pasa ahora con este brote de femicidios, es que eso se ha transformado en un peligro de muerte. Es un proceso que fue creciendo gradualmente, las condiciones fueron dadas para esa escalada que transformó una incomodidad de la vida de las mujeres en peligro de muerte”. Como se ve, el asunto es espinoso. Y mientras, ya hay dos mujeres víctimas del asunto: Lesvy y Elena y, convenientemente, la investigación por homicidio pasó a segundo término. Bien México, ahí la llevamos.