1º de Mayo, aniversario de la gesta de los mártires de Chicago, fase violenta de la lucha de clases como consecuencia del florecimiento del capital decimonónico, típicamente europeo, en su trasplante a EUA en donde los obreros emigrados que trajeron con su bagaje la idea de un proletariado rebelde, dispuesto a pelear por sus derechos, impulsado por el ideal libertario, marcaron el camino a los proletarios de América y del mundo.
Eran los tiempos de la plusvalía absoluta (al prolongar la jornada de trabajo): la insaciable sed de ganancia llevó la explotación a niveles inhumanos agudizando la contradicción trabajo asalariado-capital y la lucha de clases se manifestó en estallidos como el de la Comuna de Paris en 1871 y el de la Plaza del Heno en Chicago 1886 y la conquista de la jornada de 8 horas.
La lucha de clases del siglo XIX se fue modificando a lo largo del siglo XX en la medida en que la forma dominante del capital cambiaba a tono con la sustitución de la producción de la plusvalía absoluta por la plusvalía relativa (al producir más valor en menos tiempo) y en consonancia con la conversión de los trabajadores asalariados en consumidores.
El Estado fiel acompañante y protector del capital, desde la revolución industrial, fue allanando el camino y eliminando resistencias, tanto internas como externas al mismo tiempo que al someter a los países menos desarrollados, estos fueron convertidos en consumidores de productos y fuente de materias primas para el imperio.
Así el Imperialismo como cáncer fue creciendo y desde Europa invadió todo el globo aprovechando las colonias que los europeos habían conquistado en África, Asia y América.
La historia del capital es la historia de sus cambios, en el marco de su relación con el Estado.
En sus inicios el capital productivo llegó para sustituir al capital comercial, luego el Capitalismo, en su crecimiento requirió de mercados y materias primas, más allá de sus países de origen y se lanzó a la conquista y colonización de los territorios de América, África, Asia y Oceanía.
En su etapa imperialista, que en los primeros años del siglo XX los teóricos llamaron la fase superior del capitalismo, los capitales de los países centrales exportaban sus productos preñados con la plusvalía generada por su proletariado nacional.
La pugna por los mercados y las materias primas en el Siglo XX desembocaron en las dos guerras mundiales en las que, como ya es costumbre, los obreros y campesinos –el pueblo trabajador- de los países beligerantes se mataron entre ellos, enajenados por sus respectivos Estados burgueses. Con el señuelo de la patria y la bandera dieron su sangre en la defensa de los intereses de sus explotadores nacionales.
Al trabajo enajenado se vino a sumar la enajenación de la conciencia y la patriotería borró o puso en suspenso la realidad de la lucha de clases.
Posteriormente comenzaron a exportar Capital en la forma de Maquinaria, Equipo y Tecnología: Inversión Extranjera Directa (IED) para explotar la fuerza de trabajo de los países subdesarrollados. En ambos casos la contradicción principal se presenta como “nacional”. La lucha sindical enfrenta a los trabajadores con su patrón localmente.
A pesar de ser explotados por el mismo patrón los obreros no se reconocen como camaradas, sino que las diferencias nacionales de los salarios generan, más bien una contradicción secundaria. El máximo logro del proletariado “nacional” son los sindicatos nacionales de Industria.
La 2ª. Posguerra trajo el “Estado de Bienestar”, los salarios crecieron y se conquistaron mejores y mayores prestaciones. La elevación de la capacidad de consumo de los asalariados fortaleció el mercado interno. La producción creció y creció y convirtió el 3er cuarto del siglo XX en la “Época Dorada” del capitalismo.
1973 y el embargo petrolero marcan el fin de la era dorada y el alza del petróleo de 3 a 43 U$/bl provoca una crisis y arranca la quimera petrolera: perforación en México, Alaska, Mar del Norte y más provocaron la sobreproducción y crisis de 1981.
Aparecen las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y la fuerza de trabajo es sustituida por los Robots y las computadoras. Los trabajadores de las grandes empresas transnacionales (ETN) son sustituidos por maquiladoras de los países periféricos y la producción se deslocaliza. Las ETN sólo ponen su sello, su marca, a un producto que es fruto del trabajo de un proletariado mundial indiferenciado y cuya realización dependerá del trabajo del conjunto de asalariados que, en el comercio, en el transporte, en los servicios son explotados para el enriquecimiento de la burguesía. La contradicción es ahora entre la burguesía mundial y el trabajador colectivo conformado por todos los asalariados del mundo.
Hoy más que nunca se hace vigente el grito de 1848: ¡¡Proletarios de todos los países…uníos!!
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
El 1º de Mayo de 1886, unos 200.000 trabajadores iniciaron la huelga en demanda de las 8 horas laborales, mientras otros 200.000 obtenían esa conquista solo con la amenaza de paro.
En Chicago (EE.UU) donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del país las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormik, estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad para la construcción de una iglesia.
Las élites empresariales, le negaban un centro de salud a los trabajadores a sus familias e hijos, y querían descontarles un tanto por % para una iglesia… Como dice el refrán: “hay que mantener al pueblo arrodillado”
La producción se mantenía a base de esquiroles. El día 2 la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas, cuando estaba en la tribuna el sindicalista August Spies sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas.
Los concentrados se lanzaron sobre los “scabs” (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo seis muertos y varias decenas de heridos.
Adolph Fischer, redactor del periódico Arbeiter Zeitung, corrió a la imprenta del periódico para imprimir 25.000 octavillas (lo que se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que lo llevó a la horca). Las mismas proclamaban:
“Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de ovejas. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden…
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!”.
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el 4 de mayo, a las cuatro de la tarde, en Haymarket Square. Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19:30.
¡Frase ante la muerte!
“(…) señor, —dice un obrero—, ¿condenarás a siete trabajadores a morir, porque un supuesto trabajador lanzó una bomba contra la policía, cuando los tribunales no han querido condenar a la policía de Pinkerton, porque uno de sus soldados mató sin provocación de un tiro a un niño obrero?”
Homenaje:
Al contrario de los que dicen los traidores, los alcahuetes que están al servicio de los negreros, el 1º DE MAYO no es un día festivo, sino que es el día para hacer memoria, para recordar el sacrificio de los Mártires de Chicago, esos valientes hombres que fueron ejecutados por no someterse a la esclavitud que el capitalismo nos impone, que ahorcándolos pensaron acallarían las luchas por la jornada de trabajo de ocho horas, cuando esa jornada era de diez, doce, catorce y hasta dieciséis horas diarias, por la que morían niños, mujeres y hombres todos los días, de hambre, enfermedades, accidentes sin la más mínima atención médica, sin pensión alguna…
¡Ni un paso atrás hasta abolir la explotación!
Por PP
Texto de Tamarant [email protected]