La salida de sangre representa uno de los problemas más aparatosos e impresionantes a los que nos enfrentamos. Tal vez porque es considerado un líquido vinculado íntimamente con la vida, nadie permanece con una actitud pusilánime cuando ve sangrar y siempre se hacen propuestas de tratamiento inmediato que no siempre son adecuadas. Cuando nos referimos a la palabra epistaxis, expresamos un término científico derivado del griego “epi” que significa “sobre” o “parte superior” y “taxis” que es sinónimo de fluir o correr, gota a gota; en otras palabras, salida de sangre por la nariz.
Aunque en general se trata de un proceso banal que se limita por sí mismo y que puede atender cualquier persona, hay ocasiones en los que es reflejo de condiciones graves o bien, por su abundancia, poner en riesgo incluso la vida misma, sobre todo en niños y en adultos mayores.
Se divide en dos tipos: la anterior, manifestada por la salida a través de los orificios nasales; y la posterior, en el que la sangre fluye hacia la garganta y que por la dificultad de acceso al área lesionada, presenta un manejo definitivamente complicado. En relación a las causas, éstas pueden dividirse en dos grandes grupos: locales, que se resumen en traumatismos externos o internos (como cuando los niños rascan sus fosas nasales); los resfriados comunes, las inflamaciones crónicas de las mucosas como en las rinitis alérgicas, ambientes secos, humedad extrema o altitud, la presencia de cuerpos extraños, tumoraciones; para terminar en causas desconocidas, que los médicos pomposamente denominamos “idiopáticas”.
Por otro lado, tenemos las causas sistémicas, en las que definitivamente sobresalen los medicamentos como el abuso en descongestionantes, consumo de Aspirina y tratamientos con anticoagulantes. Es notorio que procesos infecciosos con temperatura elevada, pueden generar sangrados importantes, como el resfriado común, la tifoidea o cualquier otra condición febril; enfermedades del sistema circulatorio como la hipertensión, la diabetes, el estado de gestación y un grupo innumerable de circunstancias que los especialistas ubican como “miscelánea” donde caben un gran número de enfermedades de glándulas o de la sangre en sí misma. Pero aunque estas últimas requieren necesariamente la evaluación de un médico, siempre hay qué tener en cuenta una serie de estrategias para auxiliar a cualquier persona con sangrado nasal.
Primero es determinante tranquilizar y mantener la calma, pues de otra forma se puede caer en errores que complican la condición. Aún cuando es común que se recomiende dirigir la cabeza hacia atrás, es preferible inclinar la frente ligeramente hacia delante y abajo para evitar la deglución de sangre y sobre todo, coágulos que pueden llegar a obstruir las vías respiratorias. Como las causas del sangrado de la nariz son principalmente locales y anteriores, existe un punto de presión que controla muy bien el sangrado, donde se ubica un conjunto de vasos sanguíneos (Plexo de Kiesselbach o área de Little) localizado precisamente debajo de los huesos propios de la nariz, es decir, en la mitad anterior donde se puede sentir una porción blanda que delimita la parte superior dura. Una presión firme con los dedos pulgar e índice que dure por lo menos de 5 a 10 minutos suele ser suficiente.
Si esta maniobra es llevada a cabo en una forma correcta y el sangrado no cede, es muy importante canalizar a la persona al médico general o al especialista en enfermedades del oído, nariz y garganta, pues potencialmente puede caerse en un estado de gravedad o ser signo de un importante problema médico sistémico.
Curiosamente, siempre que analizo cuestiones de salud vienen a mi mente circunstancias sociales y políticas que relaciono íntimamente con mi país, tal vez porque siento que estamos enfermos. Gradualmente los políticos nos han sangrado, gota a gota, en la porción más evidente de nuestra vida, es decir, la economía. Como una sociedad que poco a poco cae en la anemia, nuestra vitalidad se ve mermada cuando los observamos, sonrientes, en autos extremadamente lujosos y absurdamente blindados, pero sobre todo, cayendo en excesos inimaginables. Hablan de un recorte presupuestal como si esta medida fuese suficiente para cohibir la pérdida brutal de sangre en nuestro pueblo, de la misma forma en la que se presiona el plexo de Kiesselbach para controlar un sangrado banal, sin entender que estamos bajo un riesgo altísimo de caer en una condición de gravedad extrema. Es fácil hacer propuestas, pero es imposible sensibilizarlos de modo que nos entiendan.
Lo justo sería que ellos, políticos de traje negro, camisa blanca y corbata multicolor sintieran lo que es estar con un salario mínimo y sobrevivir. Esta sería una mejor escuela de economía, que el asistir a maestrías o doctorados en el extranjero, como tanto está de moda en la boca de nuestros estadistas mexicanos.