Martes, abril 23, 2024

Desbarajustes marca FIFA

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Como a tantos aspectos de la vida en este confuso siglo XXI, para el futbol llegó también la hora del caos, admirablemente representada por su organismo rector con sede en Zúrich. Ya no sabe la FIFA en qué nuevo berenjenal meterse ni cómo hundir un poco más al clásico y universal entretenimiento. Su instrumento de destrucción favorito está siendo el arbitraje, metido en más absurdos y bandazos que nunca. Un simple repaso a las barrabasadas más recientes ofrecerá evidencias útiles al respecto.

Saint Denis, martes 28. Antoine Griezmann envía recio frentazo al fondo de la portería española y, a los 48’, Francia pasa a ganar 1–0. Pero, un momento, el árbitro alemán Félix Zwayer, que en principio señaló el centro del campo mientras su auxiliar corría su banda en dicha dirección, ahora permanece estático, atendiendo al parecer algo que le soplan por la diadema. Cuando termina el diálogo rectifica su decisión, anula el tanto y señala fuera de juego. La repetición lateral en video muestra en offside milimétrico tanto a Kurzawa como a Griezmann. Decisión acertada, aunque el árbitro pasó sobre la instrucción de verificarlo él mismo antes de tomar la decisión.

Y al poco rato, una más, esta vez en la meta francesa: Delofeu ha enviado el balón a la red mientras el auxiliar levanta su banderín señalando fuera de juego. La larga escena anterior se repite, y de nuevo la decisión favorece a la Roja, el gol sube al marcador y España ganará el partido 0–2. De nuevo, el video ha demostrado que el delantero vasco estaba en línea con el último defensor local.

En ninguno de los dos casos hubo protesta o intervención de los jugadores ni de sus bancas, todo corrió por cuenta del experimento tecnológico dispuesto por la FIFA. El llamado “árbitro de video” –el alemán Tobías Stieler, encapsulado en una cabina “negra”– miró, remiró y se comunicó con el cuarto árbitro para que éste le avisara al juez central acerca de lo ocurrido. Como el juego era amistoso, nadie rechistó. Pero imaginemos una situación análoga en una final u otro encuentro importante. O supongamos que no se trata de un gol anulado sino de un penal no marcado, seguido de contragolpe y anotación del equipo favorecido por la omisión inicial. O de una expulsión claramente injusta, o de una falta evidente no señalada.

Una situación similar se presentó hace poco en el partido Zacatepec–Juárez, de la Primera A mexicana. El árbitro Humberto Vargas y su asistente en banda Enedina Caudillo convalidaron al unísono un gol del azucarero Rodrigo Prieto. Nadie protestó, y Zacatepec ganaba ya 1 por 0 cuando el cuarto árbitro le hizo señas al titular y éste señaló fuera de juego del autor de la frustrada anotación. Como en Saint Denis, al árbitro de cancha le avisaron por teléfono que el gol no procedía, algo que en teoría la FIFA prohibe… aunque hace años que las diademas se usan y no es la primera vez que ocurre algo semejante, si bien en pocas ocasiones fue tan evidente y grotesco el contacto.

Ítem más. La misma noche del martes 28, pero de este lado del Atlántico, en el encuentro clasificatorio para el mundial entre Trinidad y Tobago y México, el silbante en turno marcó un fuera de juego imaginario y el excelente zurdazo de Jones para batir a Talavera no contó. Nadie hizo mayor escándalo, pero el video demostró una y otra vez lo injusto de la decisión anulatoria. Naturalmente, la FIFA no dijo ni pío, pues aquí no hubo tecnología y se aplicó la tradicional independencia del juez central.

Inquisidores al acecho. Donde sí volvió a manifestarse el poder de doña FIFA fue en la desproporcionada sanción a Lio Messi, suspendido por las cuatro próximas fechas mundialistas que Argentina tiene por delante. Oficialmente, el grave pecado del astro rosarino consistió en una reclamación poco comedida a un juez de línea al final del encuentro del viernes anterior, en el que Messi había sido molido a patadas por los chilenos. La notica del castigo llegó hacia el inicio del encuentro que Argentina perdió en La Paz (2–0 Bolivia), lo cual no exime del ridículo a los ches y le costará el puesto de DT a Edgardo Bauza. En todo caso, para Zúrich el principio de autoridad no se cuestiona, y sus mandamases continuarán castigando de oficio las salidas de tono verbales que al calor del juego profiera un jugador, y dándoles un valor punitivo superior al de burdas agresiones físicas disfrazadas de “contacto normal”, por no hablar de codazos, abrazos, jaloneos y demás trampas que, a ciencia y paciencia de los silbantes, salpican sin cesar cada partido.

El caso Novaretti. El defensa argentino del León fue expulsado por el árbitro estadounidense Rosendo Bermúdez luego que, en evidente falta de respeto, lo atropellara claramente para reclamarle la marcación de un penalti en favor del Santos–Laguna por mano “no intencional” del zaguero leonés, que se había barrido para impedir que pasara el balón. Independientemente de lo forzado de la postura del infractor versus su presunta “no intención” de utilizar el brazo para cortar la jugada, su contacto corporal con el silbante está fuera de duda. Se pareció más al del americanista Pablo Aguilar contra Fernando Hernández en aquel Xolos–América por la Copa MX que al jalón de manga del toluqueño Triverio a Miguel Ángel Flores para reclamarle por la expulsión de un compañero. Lo curioso es que ambos, Aguilar y Triverio, purgan por su agresiva conducta un año de suspensión tras haber sido juzgados dos veces por la misma falta, gracias a la presión ejercida por la Asociación de Árbitros mediante la reciente huelga de silbatos caídos, en tanto Novaretti únicamente estará impedido de jugar siete semanas. Para una misma falta, dos medidas inexplicablemente asimétricas.

Burdo carpetazo. La cereza en el pastel del organismo rector del balompié federado fue la declaración de su presidente Gianni Infantino de dar por cerrada, sin mayores consecuencias, la investigación de la “comisión de ética” al evidente caso de corrupción que ensució las designaciones de Rusia y Qatar como sedes mundialistas. Aquí no ha pasado nada, es el mensaje implícito de la FIFA. Y vamos por más.

¿Conclusiones? La única posible es que estamos ante un desbarajuste sin freno, con creciente descrédito del futbol y para desesperación de quienes lo protagonizan desde dentro o lo siguen apasionadamente desde fuera. Y no es eso lo peor.

A río revuelto… Tan errática es la deriva de la FIFA, tan marcada su parcialidad en el tema arbitral, y tan absurdas y contradictorias sus confusas disposiciones, que uno se pregunta si no será una treta para justificar una oleada de cambios destinados a desnaturalizar la esencia de un deporte que ya debiera ser patrimonio inmaterial de la humanidad: es como si trataran de hacerlo añicos para transformar cada fragmento en beneficios económicos. Ya dieron un primer paso al desfigurar la Copa del Mundo con su despropósito de 48 países finalistas a partir de 2026, y no sería raro que la proliferación de propuestas –procedentes, qué casualidad, de gente del medio televisivo– esté encaminada a “revolucionar” las reglas del juego para “adaptarlas” a las exigencias del siglo XXI.

Lo que uno ha tenido que oír en estos días es realmente alucinante: propuestas como agrandar las porterías, eliminar los empates, dividir los partidos en cuatro tiempos, abolir el fuera de juego, suprimir los descensos–ascensos, sustituir tarjetas amarillas por suspensiones temporales, implantar tiempos fuera a la manera de los deportes norteamericanos, introducir más cambios de jugadores y un sinfín de dislates dignos del cerebro enfermizo de esos émulos de Donald Trump que, a paso veloz y a golpe de chequera –véase la creciente irrupción como propietarios de clubes de jeques árabes y millonarios gringos–, están apoderándose de la manifestación deportiva más extendida y apasionante que existe sobre la Tierra, para convertirla en engendro mercantil que dejaría al futbol clásico en calidad de anacronismo barriobajero, totalmente desconectado de esa nueva versión tecnologizada para consumo de sumisas teleaudiencias globales.

Osorio y la oposición. Como México confirmó su superioridad sobre el resto de la Concacaf –aunque sea mediante partidos basura como el 0–1 de T&T–, los opositores al DT Juan Carlos Osorio redoblaron la ferocidad de sus ataques al colombiano. Que si tan bueno es lo demuestre ganando la Copa Confederaciones, que si no hay quinto partido en Rusia ni sueñe con regresar al país, que si las rotaciones son pecado mortal, pues una selección sin 7–8 elementos fijos no vale para nada –como si el Tri no contara con dicha base. Tan desproporcionadas exigencias sólo se explican así: las emiten publicronistas blandos con los amigos y duros con quien no lo sea, carentes de la objetividad más elemental y sin asomo de ética profesional e interés orientador hacia el aficionado.

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