“Mi frustración como investigador es que no he logrado que la población consuma el amaranto”, confió Sergio Barrales Domínguez, rector de la Universidad Autónoma de Chapingo (Uach), quien reconoció que tampoco consiguió introducirlo en las escuelas, debido a la mafia entre padres de familia y maestros.
Tlaxcala apareció en el Atlas Agroalimentario 2016, como el primer productor de amaranto, “ahí está ese libro que presume la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa)”.
El orgullo que tengo –expresó– es que aparece mi pueblo, Cuapiaxtla, como el líder nacional de producción de amaranto en ese año, “que –reconvino– ya mejor ni le pongan, porque tronamos”.
“Y todo, por qué, porque no fui capaz de que se entendiera la importancia del cultivo, pues la gente se fue por el lado del dinero y como ya no lo hay, dejaron de sembrarlo”.
El rector subrayó: “en lo personal tengo la experiencia de que no he logrado convencer en el tema y hablar de esto ya hasta es motivo de burla en las redes sociales”.
En su momento –indicó– “entendí que esa planta era algo muy propio para los más amolados, me incluyo, pues tiene hierro y calcio, entre otras cosas, como una gran capacidad de adaptación, y porque los niños de las zonas rurales tienen broncas de raquitismo y anemia muy fuertes”.
Mafia en las escuelas impidió ingresarlo
Por ello, el tlaxcalteca reiteró que si la agricultura es recuperada, se abre un futuro extraordinario. “Que quede en manos de las comunidades la responsabilidad de alimentar a los niños que asisten a los centros escolares. Ya se había logrado quitar la comida chatarra, que era puro cuento”.
“Yo quise meter el amaranto en una escuela que conozco, pero no pude. Hay mafias de los profesores y de los papás de los niños, eso no se vale, jugar con el propio hijo de esa manera porque ponen en riesgo la salud; en cambio, las papitas y el refresco, sí”.
Pese a que se inventaron nombres a productos elaborados a base de este cereal, como el de alegría, en envases modestos, pues la idea era que lo consumieran para mejorar la alimentación, “no para sacarle dinero a los padres”, no hubo respuesta.
La explicación de los papás y profesores es que el amaranto provocaría que los niños se ahogaran. “No le hagan al tonto, no es verdad; el pinole (harina de maíz) tampoco pasó. Compré un aparato para embolsar atole en plástico, para presentarlo como el bolis (congelados de sabores), y dijeron que no porque lo tirarían al suelo”.
Finalmente me desesperé –añadió–, pues la lucha ya era por otro lado, porque nadie se atrevió a sacar la comida chatarra. “Pero un juez federal concedió un amparo a las empresas para que puedan vender, con el argumento de que tienen derecho al negocio; si antes no se habían ido, ahora ya están surtiendo legalmente”.
Rector de la Uach advierte sobre problema de salud
Se ha olvidado el papel importante de la agricultura en la alimentación, pues “nos hemos conformado en estar comprando cosas rápidas que normalmente no son efectivas y ahora ya tenemos el problema encima”, destacó en una visita al estado.
Repasó que México ocupa el segundo lugar en diabetes y también uno de los primeros en obesidad, además, “las complicaciones cardiacas están al día; es una bronca fuerte”.
El gobierno federal reconoce que existe un problema de salud pública “y ¿qué fue lo que se le ocurrió a los miembros de la sociedad civil?, aumentar el impuesto al refresco para reducir el consumo”.
Sin embargo, la situación sigue igual; a pesar del incremento en el precio, esa bebida “se va a seguir vendiendo, porque no tenemos conciencia de lo que está significando”, recalcó el rector de la Uach.