La había perdido
si perder es dejar de verla
no palpitar con su alegría
o caerse de las oscuras aceitunas de sus ojos.
Ahora la encuentro
dándole cara
al cuerpo de una jovencita
que vacía el cántaro de su hermosura
para que las aguas crezcan
los ríos se alimenten
y el mar de mi sorpresa
levante las altas olas de Hokusai.
Ella aparece en la estampa de la muchacha
de La fuente de Ingres
Me mira generosa y vuelca sus preguntas
¿Has pensado en mí?
¿Así es como me recuerdas?
¿Reconoces el cuerpo que tentaste
como ciego aquella noche?
¿Son estas las caderas
que acoplaste con tu vientre?
Tanta agua interrogante
caída del cántaro
humedece mis ojos
y me devuelve la vista.
En el cromo de Ingres
desde lo alto de esa figura
eres la misma doncella en la celda de la torre
a quien intentan liberar
cientos de caballeros enloquecidos
deseosos de besarte.
Te animasen el portento de la joven de la fuente
vuelas a mí sin que te asedie
y la tierra yerta de mi cuerpo
tiembla.