Viernes, marzo 29, 2024

¡Salve, Federer!

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El abierto de Australia vivió, este fin de semana, dos finales clásicas. En una especie de deja vú, Roger Federer y Rafael Nadal se enfrentaban por la corona del primer grand slam del año, como si en vez de 2017 estuviésemos en 2009. El suizo ostentaba 11 victorias previas sobre el mallorquín, pero éste lo venció en 23 ocasiones –entre ellas sus tres enfrentamientos sobre la superficie dura de Melbourne– y era casi unánimemente favorecido por unas apuestas rápidamente recompuestas tras la prematura eliminación de Murray y Djokovic, los dos primeros clasificados. Desmanteladas las previsiones de los expertos, la disputa del trofeo quedaba en las manos y raquetas de un hombre de 35 años –Federer– y otro de 30. Se hablaba de la declinación física del helvético, con tres años sin vencer en ninguno de los cinco grandes torneos, y sonaba lógico que los apostadores se decantaran a priori por el espectacular repunte de Nadal. Ambos venían de un 2016 negro, marcado por sendas lesiones de larga duración.

Pero en los hechos, Melbourne presenció la resurrección de un Federer colosal: jugó un segundo set perfecto, y si bien dio algunas muestras de flaqueza en el cuarto set, brindaría en el decisivo una lección inolvidable de clase, paciencia y, al final, hasta de felina agresividad. Fue el triunfo de la calidad sobre el tesón (6–4, 3–6, 6–1, 3–6, 6–3), pero lo cierto es que ambos, con sus armas y características propias, rayaron a gran altura.

Roger Federer conquistaba de ese modo su victoria número 18 en torneos de grand slam, Nadal se queda en 14, igualado en el subliderato de todos los tiempos con el estadounidense Peter Sampras. Y, por supuesto, ambos –el suizo y el español– prometen convertirse durante el naciente año en inevitables retadores de Andy Murray y Nowak Djokovic, que continúan en lo más alto de la clasificación de la ATP. Después de esta final, Federer se movió del puesto 14 al 9, mientras que Nadal permanece sexto.

Serena, inconmovible. La otra final, la femenil, vio coronarse por séptima vez en Melbourne a Serena Williams. La novedad es que esta vez coincidió en el court con su hermana mayor, Venus, que se supone no está ya para estos trotes, y sin embargo fue digna rival, derrotada al cabo 6–4, 6–4 por esa máquina de ganar que es la incombustible Serena, que se dio el lujo de ganar Australia sin perder un solo set.

Como Federer, la menor de las Williams tiene 35 abriles (por 37 de Venus), pero al contrario del suizo, con esta victoria recupera el puesto número uno de la clasificación mundial, desplazando a la alemana Dominique Kelber, que en el Abierto de Australia ni pintó.

Bolt, despojado de oro olímpico. Sin deberla ni temerla, el gran Usaín Bolt tendrá que devolver la medalla áurea obtenida en los Juegos de China 2008 tras vencer en la carrera de 4×100 al lado de sus coequiperos jamaiquinos. Y todo porque uno de los corredores que participaron en aquel relevo –Nesta Carter es su nombre–, dio positivo en dopaje, de acuerdo con la notificación divulgada el martes último por el Comité Olímpico Internacional.

Lo que no aclaran ni el COI ni la Agencia Antidopaje ni instancia oficial alguna son las razones por las que demoraron ¡nueve años! en revelar semejante información, que no es una noticia cualquiera, sino nada menos que la pérdida de la única marca perfecta en la historia de los JO: la que hasta ahora ostentaba Bolt al ser el único atleta que obtuvo oro en cada una de las pruebas en que participó (110 y 200 metros planos y relevos de 4×100) en tres olimpiadas consecutivas.

Marca ahora estropeada por la moroso COI… y por un compañerito, el tal Carter, algo más que incómodo.

¡Gol del Chícharo! Sucedió el sábado, al minuto 34 del partido de bundesliga entre el Bayer Leverkusen y su visitante Borussia Moenchengladbach: Javier apareció como fantasma al lado del poste derecho y empujó con la frente un balón legado desde la punta izquierda de su ataque. Con eso dejaba en 1400 los minutos jugados sin anotar, la racha negativa más larga de su carrera. Y lo festejó en grande, por supuesto.

Lo malo es que ese tanto, que ponía el 2–0 favorable a las aspirinas, no coincidió con adecuada defensa de esa ventaja, y entre descuidos de la zaga local y aciertos del ataque visitante, la anotación final señaló un descorazonador 23, que mantiene al Leverkusen en la antesala de los puestos de descenso.

¡Gol del Tecatito! En Estoril, la famosa ciudad balneario que mira al Atlántico, el Porto era visitante y la disputa era seca y trabada, a cara de perro, cuando José de Jesús Corona sustituyó a su paisano Héctor Herrera en el minuto 66. Al fin, faltando ocho minutos para el final, André Silva, de penal, logró romper la paridad en favor del elenco visitante. Y tocó precisamente al Tecatito Corona coronar, justo a los 91 minutos, una hermosa jugada personal, con quiebre garrinchesco incluido y suave toque al rincón contrario como corolario. 0–2 las cosas, poca influencia alcanzó el sorpresivo tanto del Estoril en los estertores de un encuentro que colocaba al Porto con 44 puntos, uno menos que el líder Benfica, aunque con un encuentro más.

De modo que el norteño continúa significándose no solamente por hacer tantos ganadores, sino por la elevada calidad de los mismos.

A temblar. Lo que parecía imposible puede tomar cuerpo en las azarosas jornadas por venir. Entre los amenazados de descenso, el Puebla ocupa ya un lugar significativo y con méritos sobrados. Derrotado anoche en Torreón, sumido en profundo pozo, amaneció siete puntos por encima del supercolero Morelia, con cinco más que Jaguares y a cuatro del Veracruz. Lo malo es que su rendimiento actual está siendo incluso inferior al de dichas nulidades.

Flaco consuelo es que todos hayan salido derrotados de sus encuentros de la semana.

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