Las protestas de indignación que han surgido en todo el país a raíz del aumento en el precio de los combustibles y la reacción en cadena que provocaron dichos aumentos con el incremento de los precios de los productos básicos, pone de manifiesto el enorme descontento que los ciudadanos honrados de este país tienen hacia la clase política que junto con los grandes empresarios se ha adueñado de México y con la mayor desvergüenza mantienen y ostentan su vida de lujo y derroche.
El contraste entre la vida que se dan estos fulanos y la que tiene el resto de la población es tremendamente escandaloso. Es un abismo enorme el que separa a los “pudientes”, que lo tienen todo, respecto de la inmensa mayoría de los mexicanos que tenemos poco o nada para sobrevivir, para cubrir las necesidades más apremiantes. Las enormes camionetas con videos polarizados, escoltados por guaruras, de funcionarios y empresarios pasan velozmente por las calles para ir a encerrarse con sus familias, “a piedra y lodo”, en esas fortalezas “inexpugnables” que son los fraccionamientos de lujo, los cuales suponen los mantiene a salvo de las conmociones sociales, del infelizaje (según su estúpida creencia).
Su ignorancia es tal que creen firmemente, como se encarga de difundir la televisión, que las protestas se deben a “intereses oscuros” del extranjero que desean desestabilizar al gobierno bienhechor que vela por nuestros intereses. Respecto de la oscuridad de algunos intereses no se equivocan del todo, porque probablemente en la sombra estén, detrás de algunas de estas manifestaciones, esbirros del gobierno, algunos grupos políticos y los oportunistas que iban pasando y se “hacen de algunos bienes” aprovechando la oportunidad que ofrece el “río revuelto”; por cierto, probablemente son los mismos que venden su voto por una despensa o una tarjeta de alguna cadena de tiendas, de aquellas que se prestan a este tipo de enjuagues.
La violencia, el saqueo, que han practicado algunos, es el pretexto para descalificar la protesta social y las pérdidas millonarias que declaran tener los comerciantes afectados, es poca cosa ante la disminución del poder adquisitivo de la mayoría de los mexicanos que seguramente les afectará aún más y lo que es peor: a lo largo de mucho tiempo. Ahora si van a saber lo que son las ganancias magras derivadas del desempleo, subempleo y demás problemas que acompañan a las medidas gubernamentales.
¿Me pregunto qué tan profundo se encuentra el fondo de nuestro sufrido México? ¿Cuánto más debemos de soportar para que las cosas cambien? ¿Será necesario recordarles a los políticos, empresarios y medios de comunicación que pa’ cabrón… cabrón y medio?