Viernes, abril 19, 2024

Corridas de año nuevo

Destacamos

Qué mejor manera de empezar el año que con una tarde de toros. Así, al menos, se pensó durante buena parte del siglo XX en ciudades como Guadalajara, Puebla, San Luis Potosí, Mérida y, eventualmente, Irapuato, Aguascalientes y algunas más. Aun hoy, sigue partiéndose plaza el primer día del año en la capital del hermoso estado de Yucatán, que inaugura enero con la tradicional corrida de rejones. Y desde luego en la colombiana Cali, aunque su feria no tenga ya los alcances de aquella hora estelar de los años noventa. Incluso en España alguna corrida de año nuevo llegó a darse, según veremos más adelante, aprovechando la primavera que en pleno invierno vive Málaga. Lo cual permitió que el finado Manolo Espinosa, primer hijo torero del maestro de Saltillo, se presentara como matador en la península ibérica, desorejando a uno de sus astados.

Sería de lo más interesante conocer las razones de fondo del paulatino abandono de la fecha en la mayoría de los cosos mencionados, más allá del manido pretexto de la mudanza de las costumbres urbanas. No olvido que un empresario me comentó hace tiempo que cada vez le resultaba más difícil contar con el concurso de espadas importantes para el primer día del año, escudados también ellos en el trajín de la víspera –noche de brindis y convivios que suelen prolongarse más de la cuenta– y, claro, en el culto al “día familiar”. Si toreros y taurinos desatienden así los gustos y tradiciones de los aficionados, aviados estamos. Se cansó de hacerlo la anterior empresa de la Plaza México –llevándose por delante el ciclo completo Guadalupe–Reyes con tal de saldar cuentas políticas con sus cómplices menores del gremio de matadores–, y ya ven cómo nos fue.

La capital, sólo por excepción

Tanto El Toreo como la México daban toros en Año Nuevo, pero sólo si tal fecha caía en domingo, con sus temporadas mayores en auge. Ocasiones hubo, sin embargo, en que Alfonso Gaona, con su buen tiento para calibrar la temperatura ambiental, programó una corrida extra para empezar el año. Que lo diga si no Paco Camino, que debutó en México –Toreo de Cuatro Caminos– el primer día de 1962, un lunes, encartelado con El Calesero y Antonio del Olivar, quien sobreponiéndose a los mansos de Pastejé les pegó a tan preclaros artistas un baño morrocotudo. En cambio, el martes 1 de enero del año siguiente, otro sevillano, Diego Puerta, confirmaba alternativa en la Plaza México a todo tren: tuvo petición de oreja con el abreplaza “Platerito”, y materialmente se la arrancó, en derroche de impavidez espartana, a un probón y complicado “Coquito”; tarde en que su padrino, Manuel Capetillo, estuvo muy bien con un torazo de 610 kilos –“Azucarillo”, de Torrecilla, noble pero pronto aplomado– y Jaime Rangel malogró con la espada su faena al 6º, “Escultor”, que fue el toro de la tarde. Tanto El Toreo como la México, bajo la égida de Gaona, registraron grandes entradas, mas el Año Nuevo taurino no se repondría en Insurgentes sino en 2001, lunes, buscando no ya atraer a la afición sino el mero desahogo de compromisos con segundones.

En el historial del Toreo de la Condesa, sobresale la apoteosis de Armillita el 1 de enero de 1933 –cortó el rabo de “Huaracho” de La Laguna, en mano a mano con Jesús Solórzano–, y la tarde de la “larga cordobesa” de Pepe Ortiz en 1939, inesperada resurrección del Orfebre Tapatío –no coronada con la espada–, que precisamente un primero de enero, once años atrás, había sido herido de suma gravedad por “Calzorras”, de San Diego de los Padres, ocasión en que Chicuelo obtuvo los máximos trofeos por uno de sus faenones izquierdistas. En esa época, los llenos estaban garantizados de antemano. Lo que no significa que hoy mismo, carteles atractivos, al calor de una temporada en alza, no pudieran aspirar a entradas ampliamente compensatorias para empresa y aficionados.

Guadalajara

El Año Nuevo –como la Navidad y el 21 de marzo– siempre fue de las fechas fuertes en el viejo Progreso, e incluso en el actual cuando funcionaba como Monumental de Jalisco. En el delicioso recuento histórico en forma de libro que Paco Madrazo tituló Agotadas las localidades se habla de triunfos grandes que figuras como Fermín Espinosa, Alberto Balderas, Jesús Solórzano, Lorenzo Garza, Silverio Pérez o Carlos Arruza –en la época de oro– y, posteriormente, Capetillo padre, El Ranchero Aguilar, Joselito Huerta, Antoñete, El Viti, Manolo Arruza y Mariano Ramos alcanzaron en Año Nuevo. Y El Calesero recordaba como una de sus faenas cumbre la que le cuajó a “Cadenero” de Tequisquiapan en 1961, alternando mano a mano con el malogrado artista colombiano Pepe Cáceres.

Para la anécdota, el relato de Lorenzo Garza de su apertura de 1938 en el coso aledaño al mercado de San Juan de Dios. Tarde despertó el regiomontano de una noche tempestuosa en compañía de una dama de sociedad, y los tapatíos se habían pasado la corrida abroncando su desidia cuando, enrabietado por el subido tenor de los insultos y las orejas que Armilla acababa de cortar, Lorenzo se desmelenó con el cierraplaza de Atenco para bordar una de las faenas de su vida. Y a hombros se lo llevaron, con el rabo del astado toluqueño como sello de su victoria en una edición más del mano a mano de la época.

Puebla

La fecha, que contaba ya con antecedentes sueltos, se hizo institucional el 1 de enero de 1937 en el recién estrenado Toreo, cuando Paco Gorráez, Silverio Pérez y el primer Fernando López –que fuera después magnífico subalterno– se vieron desbordados por una novillada de Atlanga grande y poderosa. Por el Año Nuevo poblano desfilarían en lo sucesivo, de los años 40 a los 60, las máximas figuras de México y España. Y lo mismo sucedió en El Relicario mientras lo regentó López Lima –coso que el gobierno del estado acaba de rematar como terreno, en su venta de garage del conocido popularmente como año de Hidalgo–, donde la corrida de Año Nuevo se hizo infaltable, a plaza llena siempre y dejando no pocas tardes y faenas para el recuerdo.

Puebla hermanaría también, en un extraño presagio, a Manolete y Carlos Arruza, la pareja que arrasó en España y que México nunca pudo ver. Sucede que ambos torearon en el desaparecido Toreo poblano en el año nuevo de su último año de vida. En efecto, Manuel Rodríguez partió plaza el 1 de enero de 1947, al lado de Fermín Armillita y Felipe González para despachar un encierro de La Punta, en tarde desapacible y lluviosa. Y el Ciclón Arruza encabezó, a caballo, el paseíllo de la terna formada por Raúl García, Gabino Aguilar y Efrén Adame bajo el sol del primer día de 1966 en que su sólo nombre había agotado el boletaje –14 mil espectadores le cabían al añorado coso poblano–, y estuvo sencillamente colosal con el pastejeño que rejoneó y luego bordó con la muleta.

Ninguno de los dos, ni el Monstruo de Córdoba ni el Ciclón Mexicano, llegarían vivos al último día de aquellos 1947 y 1966 en que la Parca cortó los hilos de sus fructíferas existencias, inolvidables para todo aficionado de buena cepa.

Botón de muestra

Sábado 1 de enero de 1972. En la república mexicana se celebran estos diez festejos: Querétaro, dos corridas, difíciles, de San Diego de los Padres: por la mañana Alfredo Leal, Manolo Martínez, Paquirri y Curro Rivera; por la tarde–noche, el rejoneador Juan Cañedo y a pie Jesús Solórzano, Fernando dos Santos y Adrián Romero, ganador del trofeo Tío Carlos. Guadalajara (Plaza El Progreso): Paquirri (2 orejas), Lomelín (rabo) y Curro Rivera con ganado de Santacilia (vuelta al 5º). San Luis Potosí (nocturna): Manolo Martínez (rabo) mano a mano con Paquirri (2 orejas); Valparaíso. Jalpa: Raúl García (3 orejas) y Fabián Ruiz (4 y 2 rabos), astados de Ruiz Barrios. Zimapán (mixta): Manolo Rangel (matador) y Gabriel Soto “El Momo” (novillero); reses de Rafael García. Hubo además dos novilladas (Durango y Tuxtla Gutiérrez) y un par de festivales (Maravatío y Aguascalientes; en éste los ya retirados Calesero, Rafael Rodríguez y Humberto Moro, con el rejoneador Felipe Zambrano, llenaron de aromas toreros el coso de San Marcos).

Fuera de México: Cali (Colombia): Pepe Cáceres (4 orejas, dos de ellas simbólicas), Palomo Linares (3) y Eloy Cavazos (3, dos simbólicas), con Piedras Negras (dos toros indultados). Málaga (España): Miguel Mateo “Miguelín” (oreja por toro), Manolo Espinosa “Armillita” (1) y Ángel Teruel (1); astados de Belén Ordóñez.

Así fue: el malogrado “Paquirri” actuó ese día en tres plazas distintas, y Manuel Martínez y Curro Rivera en dos, mientras en la hermana Colombia la representación mexicana triunfaba apoteósicamente. Y hubo que lamentar además dos serias cornadas, al banderillero Alfonso Barrientos “El Ejecuteo” (Guadalajara), y al novillero Ángel Meraz (Durango): por lo visto, los toritos mexicanos de entonces conocían las ventajas de contar con dos protuberancias cartilaginosas coronándoles el testuz.

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