La Mary estaba embarazada. Hace algunos meses nació su bebé. Fue niña. En una ocasión, en la calle, se encontraron ella y Gloria, que son buenas amigas y Gloria le preguntó cómo estaba la bebé.
La Mary en son de confidencia le dijo: “Está bien, ves que mi niña tiene síndrome”.
Gloria condescendiente, expresó: “Tienes que conformarte, Mary, ya ves que esos niños son especiales y son unos angelitos, dan puro amor a la gente. Además son pura sonrisa para quien se les acerca. Tenerlos en casa es una bendición. Confórmate y quiérela mucho. Como niña siempre va a estar contigo y ya verás que según como vaya creciendo, te llena de amor la vida”.
La Mary le desahogó: “Mi hermana Lupita me regaña. Me dice que no debo platicar eso, que no dé a saber a la gente que mi niña tiene síndrome”.
Gloria, amablemente, opinó: “Pues sí, ya ni lo digas, no enteres a la gente. Tú dedícate a la niña que requiere de toda tu atención y verás que poco a poco la vas conociendo. Eso ya ni lo cuentes a nadie, ¡pa’ qué!!
Y la Mary con la chispa de extrema sinceridad que la caracteriza, remató: “¡¿Pero cómo le hago, si soy re–chismosa?!”