Inversión extranjera, creación de empleos y pobreza extrema son tres elementos que cambian la realidad tlaxcalteca como producto de la política de promoción industrial. Esto permitiría parafrasear la canción de tres cosas hay en la vida: “Salud, dinero y amor”.
Todos los países industrializados, incluido los Estados Unidos, intervienen en la promoción industrial. Por lo que no es difícil no considerar que parte de los resultados de la competitividad se deben a la intervención del Estado.
Compensar las imperfecciones del mercado y los costos económicos y sociales, crear condiciones para jugar con reglas del mercado mundial, son propósitos de la política industrial. En Tlaxcala se usaron para cambiar el panorama del desarrollo.
El resultado puede medirse de distintas maneras. Para el sexenio que termina podrían señalarse tres. Alcanza una mayor atracción de inversión extranjera directa que se concreta en nuevas empresas o ampliación de las existentes.
La instalación de nuevas factorías tiene un reflejo directo en la creación de puestos de trabajo decentes. En un sexenio se logra revertir la tendencia y los nuevos puestos de trabajo creados con salarios por arriba del promedio y sobre todo con seguridad social, son casi 25 mil.
Todo ello impacta la política social. Lo que el Estado invierte en desarrollo social para sacar a la población de la pobreza extrema. En cuatro años, entre 2010 y 2014, salieron alrededor de 30 mil personas, que son casi el mismo número de empleos creado.
Esto no significa que la población que salió de pobreza extrema es la que ocupa los puestos de trabajo, sino sólo sirve para ilustrar un círculo virtuoso que se produce cuando la política pública se alinea en términos económicos y sociales.
En consecuencia, nadie puede negar que en estas tres cosas el gobierno estatal tuvo éxito. Por lo que es posible concluir, recomendando al gobernador electo: “El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide, la salud y la platita, que no la tire, que no la tire”.