De todas las crisis que la humanidad ha enfrentado, la climática es la que más nos acerca a una catástrofe global. La emisión de gases, resultado de la producción capitalista, ha provocado el efecto invernadero, que de acuerdo a los registros obtenidos nos ubica entre 4 y 6 grados centígrados por encima de la temperatura que debería prevalecer en el planeta.
Según la Organización Meteorológica Mundial, entre 1996 y 2015, se registraron “períodos extremos” cuyas consecuencias han sido más fuertes en países en vías de desarrollo, como es el caso de Honduras, Myanmar en el Sudeste Asiático, Haití en el Caribe y en los países africanos de Mozambique, Malawi, Ghana y Madagascar, sitios donde se han producido inusitadas olas de calor, tormentas de lluvia, inundaciones, desplazamientos de grandes franjas de tierra, falleciendo como consecuencia 530 mil personas, con pérdidas económicas de cerca de 3.1 billones de dólares. Además de eso, la biosfera está sufriendo intensa polución, los recursos de la tierra se agotan, se extinguen especies, se acidifican los océanos y mares, entre otros peligros que se pronosticaban ayer y hoy están presentes.
Pero, ¿podemos salvarnos a nosotros mismos? Pues sí, pero no en el marco del capitalismo, pues: “Fundamental e irremediablemente, capitalismo y conservación del planeta son dos conceptos opuestos”, como advierte Richard Smith (Green Capitalism: The God that Failed (http: //www.truth–out.org/opinion/item/31959–book–review–green–capitalism–the–god–that–failed#).
En el capitalismo, la expansión económica es inevitable, pero la consecuencia irremediable es la destrucción de la Tierra. Richard Smith, lo resume de esta manera: “El crecimiento y consumo sin fin están destruyendo el planeta y condenando a la humanidad, pero sin un crecimiento incesante de la producción y el insaciable aumento del consumo estaríamos todavía peor. Esta es la lógica contradictoria y suicida del capitalismo”. Sumándole a esto, que la mano invisible del mercado ha fracasado, este mismo economista señala: “250 años después de lo escrito por (Adam) Smith, el desarrollo del capitalismo global ha producido las sociedades más obscenamente desiguales de la historia, un mundo en el que la mitad de la población vive con menos de dos dólares por día y miles de millones de personas subsisten en una pobreza desesperante…”.
Por más modelos económicos que se tengan para justificar lo “verde” del capitalismo, al ponerlos en práctica chocan con la realidad e insistir en ellos conduce al suicidio ecológico, que en realidad es la naturaleza misma de cualquier capitalismo imaginable. Ante esto, es necesario reconocer la necesidad de construir uno o muchos movimientos para luchar contra la destrucción ecocida, lucha que conduzca a una sociedad ecosocialista.
El capitalismo está librando una guerra contra la naturaleza y mientras esto no sea algo evidente para amplios sectores de la sociedad, estaremos limitados a los proyectos reformistas que solo nos conducen al cansancio hasta llegar al olvido y no a detenerla. Tal como nos recuerda Richard Smith: “Decir que este es el momento más crítico de la historia de la humanidad, no es una exageración.”