En esta época de redes sociales y de inminente polarización ideológica, política y religiosa, vale la pena reexaminar lo “políticamente correcto”. La victoria de Trump y la ola de incidentes relacionados con odio, racismo y discriminación que ésta desató en distintas locaciones de Estados Unidos (y del mundo también) han sido reportados en medios de comunicación. The Washington Post publicó dos incidentes ocurridos la semana pasada que involucraban a servidores públicos, redes sociales y una misma víctima: la primera dama Michelle Obama.
El primer caso al que me refiero fue publicado por el portal el día 16 de noviembre y sucedió en Clay, un pequeño condado en Virginia Occidental. La directora de una organización sin fines de lucro emitió el siguiente comentario en su cuenta de facebook: “Será revigorizante tener a una primera dama elegante, bella y digna en la Casa Blanca. Estoy cansada de ver un simio en tacones”. El post se viralizó cuando la alcaldesa de dicho condado respondió de manera aprobatoria diciendo “me hiciste el día”. Los comentarios fueron eliminados al igual que las cuentas y ambas mujeres tuvieron que dejar sus cargos. El otro caso se publicó el 19 de noviembre y esta vez el protagonista fue un oficial de policía del estado de Alabama que posteó varios memes racistas incluido uno que nuevamente comparaba a las primeras damas. En un lado una foto de Melania Trump en donde se lee: “Habla esloveno, inglés, francés, serbio y alemán” y sobre la foto de Michelle Obama: “Habla ghetto”, haciendo alusión a los barrios de clase baja de población afroamericana. De acuerdo a información del diario el policía fue despedido.
Si bien el racismo, la discriminación y cualquier forma de exclusión es lamentable hay que considerar que borrar un comentario, eliminar la cuenta del emisor, o incluso el despido laboral de figuras públicas, son solo medidas que mitigan temporalmente el daño a través de una especie de censura de lo políticamente incorrecto pero que en realidad no combaten de fondo el problema. El racismo es muy doloroso, opera por medio de diversos mecanismos y lacera a millones de personas todos los días en todos lados (sí, incluyendo a México). Si erradicarlo del imaginario colectivo fuera tan rápido y tan fácil como eliminar un comentario en facebook, no seguiríamos lidiando con él actualmente. Nos toca a todos empezar a cuestionar y dialogar respecto a nuestra propia experiencia con el racismo; cómo lo alimentamos, cómo lo enfrentamos y cómo imaginamos un mundo sin él.