Cuando cualquier persona escucha la palabra diabetes evoca imágenes de un alcance terrible pues se asocia a esa conocida enfermedad caracterizada por elevaciones anormales de glucosa en la sangre y sobre todo, complicaciones múltiples llenas de aspectos aterradores. Sin embargo, hay un padecimiento que curiosamente nada tiene qué ver con el azúcar y que además tiene un pronóstico totalmente distinto al que uno se podría imaginar. Se trata de la diabetes insípida, caracterizada solamente por síntomas parecidos y que involucra a los riñones y a la insuficiente cantidad de una hormona llamada Hormona Antidiurética (abreviada ADH por sus siglas en inglés), también conocida como Vasopresina.
Las personas que padecen diabetes insípida tienen sed todo el tiempo, lo que les lleva a tomar agua en cantidades abundantes y el tener qué orinar muy frecuentemente, lo que condiciona que su orina sea particularmente diluida.
Una pequeña glándula del cerebro llamada Hipotálamo, produce la Vasopresina, regulando de la cantidad de líquidos que se deben retener para que se establezca un equilibrio de agua y sales en el organismo. En este caso, la cantidad de esta hormona no es suficiente. La Hormona Antidiurética también es inhibida por la ingestión de alcohol, lo que explica que quien bebe en exceso, constantemente acude al baño, sin que necesariamente sea el alcohol un factor de riesgo para desarrollar este problema.
La mayoría de los casos en los que se presenta la diabetes insípida depende de lesiones en la cabeza, tumores o después de algún procedimiento quirúrgico en el cerebro; sin embargo, también puede generarse por una alteración a nivel de los riñones que no funcionan adecuadamente con niveles normales de esta hormona. Existen también factores hereditarios que la pueden condicionar, así como el consumo de algunos medicamentos como el Litio, que se utiliza en el tratamiento de problemas psiquiátricos como la manía, la depresión mayor y a veces para estabilizar el estado de ánimo en algunos pacientes particularmente seleccionados por los médicos especialistas en los trastornos de la conducta.
Se puede considerar una enfermedad rara y no existen estadísticas confiables que reflejen la condición real del problema, pues por las características clínicas parecidas a la diabetes mellitus, no es raro que se confunda.
Aun cuando existen métodos de diagnósticos sofisticados, complejos y caros para hacer el diagnóstico, hay una prueba muy sencilla que cualquier médico general puede llevar a cabo. Se trata de la prueba de deshidratación, que es relativamente confiable y que se basa simplemente en la suspensión de líquidos durante un tiempo. Se toman muestras de orina cada hora desde la primera micción durante un promedio de seis a ocho horas. Las mediciones de sales en la orina indicarán si efectivamente existen alteraciones y entonces será indispensable la canalización del paciente a un especialista, quien deberá proponer las medidas diagnósticas y terapéuticas pertinentes.
Debido a que las consecuencias potenciales no son graves y solamente se podrían circunscribir a un desequilibrio entre el agua y las sales en el organismo, muchos individuos toleran las molestias y no hacen otra cosa más que continuar tomando las grandes cantidades de agua, aunque afortunadamente existen medicamentos útiles que ayudan a moderar estos síntomas; pero lógicamente siempre se tendrá el riesgo de caer en deshidratación, por lo que el acceso al agua siempre es vital.
En la actualidad no son raros los casos en los que, personas que acuden a gimnasios o centros de acondicionamiento físico son alertadas sobre la necesidad de estar hidratadas, llegando a consumir sin necesitarlo, exageradas cantidades de agua, condición que definitivamente no es sana. Lo importante es el equilibrio entre las sales y los líquidos. De ahí la trascendencia de tener un buen asesoramiento por personal altamente calificado en medicina del deporte y nutrición, cuando se lleve a cabo ejercicio de alto rendimiento.
Por último, podemos resumir que el agua es vital para la vida, pero por increíble que parezca, como en todas las circunstancias, el exceso siempre es malo. De ahí que la moderación debe ser la pauta que marque cada una de nuestras acciones, lo que se reflejará en una mejor aspiración a la salud.