Miércoles, abril 24, 2024

Javier pinta las tradiciones y costumbres deTetlanohcan

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Un muralista no debe desdeñar un solo elemento que le permita ‘atrapar’ a quien admire su obra, afirma Javier Meléndez Bello, artista plástico tlaxcalteca, quien con sus manos plasmó en paredes de la presidencia municipal de Tetlanohcan las tradiciones y costumbres de su gente.

El artista da a La Jornada de Oriente pormenores de la forma en que realizó ese trabajo pictórico, en el que hizo hincapié en la trascendencia que da al pueblo de ese municipio sureño a sus costumbres, de ahí que el toque que dio con cada color a las imágenes resulta ser un legado vívido para las nuevas generaciones.

Oriundo de San Pedro Tlalcuapan, municipio de Chiautempan, Javier admite que para concretar el mural debió esperar a que pasaran dos administraciones municipales, pues no les interesó o hubo compromisos de primera necesidad que aplazaron su concreción.

Sin embargo, fue con la actual administración que encabeza Antonio Mendoza Papalotzi que el proyecto artístico fue aprobado y concluido con los temas del carnaval y de las ofrendas de Todos Santos. Al actual alcalde “le encantó la idea desde que vio mis dibujos y eso me motivó a poner mi mejor esfuerzo en la propuesta”.

Explica que para el desarrollo del mural fue elaborado todo un proyecto que incluyó las bases históricas del carnaval, los matices que los enmarcan y, desde luego, la idiosincrasia que lo rodea. “No era nada fácil porque teníamos que ver qué íbamos a hacer, porque no se trataba tanto de poner unos bailarines con muchas plumas o no, si no todo su entorno”.

El muralista detalla que la obra parte desde la época prehispánica, “siempre buscando las bases, creando un proyecto integral. Primero (incluyendo) nuestras bases históricas, el gusto por la danza y por ponerse plumas y colores vistosos”.

Más adelante, abunda, fue incluido en los dibujos la etapa de la Colonia pues “los colonizadores (en esa época) lógico que van a construir haciendas y en este lugar (asientan) dos haciendas; entonces se supone que dentro tenían su salón donde ellos podían solamente bailar sus danzas”.

“Los campesinos los espiaban, los veían, pero no podían tener acceso a ello y ahí es donde se desgarra y nace nuestro carnaval”, refiere.

Sensible al significado de la llamada fiesta de la carne, Javier asegura que las escenas creadas abrazan los sentimientos de los habitantes de Tetlanohcan, “porque como yo lo he dicho, el carnaval no nace hace un año, hace dos, o hace 10, no. Tiene toda una tradición, tiene todo un proceso de tiempo”.

Señala que una tercera parte del mural se refiere a la ofrenda que se instala en las casas en la temporada de Todos Santos, para la cual hubo una exhausta investigación que le permitió encontrar todos los elementos necesarios que le dieran vida propia a esa fase de la pintura, sin desagregarla del resto.

Para ello, generalizó esa parte “para que las personas que vengan, vean, observen todo lo que ésta contiene”.

“Hay mucho material, mucho qué ver, qué pensar, y por eso insisto en que el muralista tiene que buscar, tiene que documentarse pues habrá personas que vengan de fuera y se les explique y enseñe todo cuanto conforma la obra”.

Meléndez Bello sostuvo que a pesar de no ser oriundo de Tetlanohcan “el gusto” por retratar una pieza de la cultura de ese pueblo es lo que motivó la pasión puesta en ese mural, pues “hay que vivirlo, hay que sentirlo”.

“Estoy muy agradecido con este pueblo, sinceramente lo digo”, pues refiere que durante años ha trabajado en la pintura, así como en la escultura, y el mural de Tetlanohcan ha sido una gran oportunidad para su desarrollo profesional.

“Me han dado trabajo aquí, sobre todo en los templos, he hecho trabajos religiosos, en casas particulares y es algo que a mí me llena de orgullo, porque dice aquel dicho que nadie es profeta en su tierra”.

Admite que, en su caso, el gusto por el muralismo no lo adquirió de influencias como la de Desiderio Hernández Xochitiotzin o algún otro artista reconocido, sino que llegó consigo en el momento mismo que nació.

“Yo creo que ya lo traemos desde el nacimiento; ¿por qué razón?, pues porque yo empecé muy pequeño a pintar y tuve la dicha de estar en la escuela de Bellas Artes en México donde me formé. Conocí a muchos maestros, todos los que me fueron inculcando la pintura de manera general, en todas las formas y en todos los estilos”.

Javier está agradecido con Tetlanohcan

Sin falsas poses y con modestia, el tlaxcalteca expresa que a su paso por las artes ha tenido la dicha de trabajar buenos murales “que están desde hace más de 30 años; que hemos estado pintando”.

Entre sus obras más destacadas, enumera los murales de Chiautempan que alcanzan una extensión de casi 20 metros de largo por 2.5 de ancho; el mural alusivo a la Ciencia y la Tecnología pintado en el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA) de Tetlanohcan, y pasajes religiosos de templos como el de San Bartolomé Cuauixmátlac, del municipio de Chiautempan, ubicados a 9 y 14 metros de altura.

“También estamos haciendo otro proyecto en San Rafael Tepatlaxco y en San Pedro Tlalcuapan, de donde somos originarios y donde tenemos varios lienzos en la capilla de La Defensa”.

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