El sistema político mexicano ha estado dominado por una oligarquía que concentra la mayor parte del ingreso nacional, que ha saqueado y vendido al país generando altos índices de pobreza y marginación. Hoy, ese sistema político se encuentra en crisis, lo mismo que el sistema económico protegido por gobiernos que siguen fielmente las “recomendaciones” de los organismos financieros internacionales, que a su vez imponen la estrategia del imperialismo estadounidense.
Un síntoma de la crisis política del país, es la abstención ciudadana en los procesos electorales. Según el INE, en 1994 el porcentaje de ciudadanos que no acudió a sufragar fue 22.8 por ciento; en 2000, subió a 36 por ciento; en 2006, llegó al 41.5 por ciento y en 2012 no se presentó a las urnas 37 por ciento de la lista nominal. Como se puede observar, el abstencionismo no se ha logrado vencer, a pesar de las grandes campañas de compra de voto de múltiples formas, que van desde pagos en efectivo hasta tarjetas Monex, pasando por un costal de naranjas, tinacos azulados o “pisos y techos dignos”; pero, sobre todo, porque la población ha perdido la confianza en el sufragio como instrumento de cambio. Sin embargo, las circunstancias actuales indican que las elecciones son el instrumento que se encuentra más a la mano para cumplir el artículo 39 constitucional, cuyo texto señala: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. La Constitución no determina el procedimiento del cambio, pero la prudencia señala que, en estos momentos, es posible ganar las elecciones si se logra la unidad política de las fuerzas progresistas, pero hay que construirla.
Es el momento de la unidad para forjar una organizarnos política con miras a las elecciones de 2018 y, en caso de triunfar, que esa organización sea el motor de los cambios que es preciso realizar para lograr el cambio verdadero. Sin duda es necesario acelerar el proceso de unificación para enfrentar al gran capital, cuya actividad depredadora significa el saqueo y la irracional explotación de los recursos naturales. Ganar no es sencillo, y menos sencillo es llevar a cabo los cambios, la represión y persecución en contra de la disidencia se agudiza y únicamente la organización independiente podrá detenerla. Lo anterior no difiere de la propuesta de Morena de un México fraterno, donde el trabajo de todos beneficie a todos, donde gobernar sea vocación de servicio y México un país verdaderamente libre y soberano sin rendirse a los imperios.