La celebración tradicional de las llamadas “Fiestas Patrias” ha quedado reducida en México a las personas de 40 años en adelante, mientras que los jóvenes cada vez se encuentran más indiferentes ante estas manifestaciones del nacionalismo huero y chabacano, particularmente los jóvenes del “medio pelo” que tienen cómo modelo a los Estados Unidos.
En la víspera de las fiestas los comercios, pero principalmente los vendedores ambulantes, inundan las ciudades principales con objetos que supuestamente representan “lo mexicano” como bigotes, sombreros estrafalarios, camisetas con dibujos de traje de mariachi, gorros tricolores, silbatos con luces, banderas para coches, pintura tricolor para la cara, etcétera. Estos objetos de chunga han reemplazado a las “espanta suegras”, cornetas cónicas de cartón, banderitas, gorros, silbatos de lámina, sombreros de palma y otros chuchulucos de la temporada septembrina de hace unas cuatro décadas.
Las Fiestas Patrias ahora tienen que ver con los espectáculos gratuitos, patrocinados con dinero público, de cantantes y conjuntos musicales populares y también de actores o deportistas como es el caso del desfile de los “Pericos del Puebla” que desde el día 15 se rumoraba iban a desfilar por las calles angelopolitanas mostrando su reciente trofeo como campeones de la Liga Mexicana de Béisbol, lo cual ocurrió en el desfile del día 16 para ser recibidos por el alcalde y el gobernador, para usos exclusivos de propaganda política.
Por supuesto que la comida forma parte esencial de las celebraciones y ésta, bajo la forma de “antojitos”, se prodiga en puestos callejeros de dudosa higiene, como siempre. En las celebraciones comerciales de las “Noches Mexicanas”, que organizan los empresarios de salones sociales, hoteles y restaurantes, además de la enorme variedad de fritangas se ofrece la “Mexicana Alegría” embotellada que, en algunos casos, produce resultados funestos como el multi atropellamiento, que cometió en Cholula un borrachín irredento, eso sí “muy mexicano”.
La ceremonia del “Grito” es uno de los elementos más importantes de la celebración patriotera, pues en ésta se reafirma la esencia del mexicano con los “vivas a los héroes que nos dieron patria” ante la arenga balconera de los gobernantes quienes tañen, en las capitales estatales, las réplicas de la campana de la iglesia de Dolores, ondean con brío la bandera nacional y, sobre todo, sonríen contentos y satisfechos por el puesto que ocupan y que les permite volverse millonarios en poco tiempo, junto con sus familias.
En cualquier caso, la borrachera nacionalista –con alcohol o sin él– da lugar a una cruda espantosa cuando al otro día nos enteramos de los asesinatos, del gasto excesivo en la propaganda electoral, de los sueldazos que tienen algunos funcionarios públicos, la enorme riqueza que amasan los líderes “charros” y las canonjías de nuestros representantes populares; mientras que por otro lado, sabemos de los recortes al presupuesto de salud, del campo, de la seguridad, de la educación, de la asistencia social, de la obra pública, etcétera.
Por eso yo grito a voz en cuello: ¡qué vivan los políticos! …pero que vivan de su trabajo y no de robar a México.