“Me gusta el refresco Coca Cola”. Peña Nieto.
Desde sus primeros años de existencia como república, los nefastos gringos han estado presentes (por desgracia) en la historia de América Latina. Así, desde la creación de sus conceptos Doctrina Monroe / Destino Manifiesto, en el siglo XIX, se propusieron iniciar su expansión masacrando a los pueblos originarios de lo que hoy es Norteamérica; luego, crearían pretextos para despojarnos de la mitad de nuestro territorio con la invasión de 1847–48. Así, de un territorio original de 4 millones de kilómetros cuadrados, pasamos a los 2 millones actuales.
A finales del siglo XIX, expulsarían definitivamente a España de tierras cubanas, para después crear una “forma de ayuda” a los cubanos para quedarse desde esos años con Guantánamo; a partir del siglo XX la presencia de tropas y “embajadas yanquis” harían acto de presencia en distintos rumbos de América Latina (Honduras, San Salvador, Panamá, Uruguay, Argentina, etcétera) para comenzar a idear, de manera perversa como apropiarse de los riquísimos recursos y materias primas de Nuestra América Latina para ponerlos al servicio de los intereses de los oligarcas gringa.
La presencia yanqui se hizo evidente (aunque nunca se fue) a partir del triunfo de la Revolución Cubana (1959), cuando los gringos alarmados, por la presencia del socialismo en lo que creían su traspatio crearon, en la presidencia de Kennedy, el concepto Alianza para el Progreso, que significaba mayor injerencia de las distintas agencias gringas en la política interna de los gobiernos latinoamericanos y evitar, a toda costa, que los pueblos pudieran ser influenciados por las “perniciosas” políticas marxistas; otra fase de la Guerra Fría se instauraba en el continente.
En 1970, Chile enviaba señales claras a otros países latinos: se podía instaurar el socialismo por la vía electoral. Así, al llegar a la presidencia Salvador Allende, quien desde su juventud militó en la izquierda; comenzó por expropiar las ricas minas de cobre, en manos de los yanquis, que en clara unión con los terratenientes y los sectores más conservadores –incluyendo a la jerarquía católica– comenzaron a conspirar contra la dotación de tierras a los campesinos y la campaña de alfabetización. No contentos con los avances obtenidos por el gobierno de Allende, los distintos sectores conservadores del país, en unión con los intereses yanquis (CIA / ATT) planearon un golpe de Estado contra el gobierno legítimo, el cual se llevaría a cabo el 11 de Septiembre de 1973. Ese día, al mando del asesino Augusto Pinochet, tomarían por asalto la presidencia del país, no importando que su legítimo presidente se encontrará en él, Salvador Allende murió ese día mostrando a su pueblo y al mundo su enorme calidad humana.
A partir de esos años, se instauraría como sistema económico el nefasto neoliberalismo, con la asesoría Milton Friedman y su doctrina de libre mercado.