Ganar o perder es el resultado natural de cualquier competencia, sin embargo se ha hecho común, en México y en Tlaxcala, que la desconfianza esté presente desde el inicio y se mantenga hasta la conclusión de los eventos políticos.
En la elección de gobernador, el 5 de junio de 2016 compitieron nueve candidatos, sin embargo, los que atravesaron la valla del triunfo fueron, como siempre los tres primeros lugares con una diferencia muy pequeña entre el primero y segundo lugar.
Como a veces ocurre en las competencias olímpicas, quien llega en segundo lugar pide al juez (ITE) revisar la filmación del momento en que atraviesan la meta para confirmar la diferencia entre el primero y segundo lugar.
Una contendiente no queda conforme y acude a la siguiente instancia (INE), acompañada de sus entrenadores y su federación demandan la revisión de su caso, se vuelve a revisar desde la salida y no encuentran problema alguno.
Al no sentirse satisfechos con la decisión de la segunda instancia se van a la tercera (TEPJF) y presentan varias consideraciones objetando el triunfo y la autoridad resuelve a favor de quien ha recibido la medalla del primer lugar.
La competidora sale al estadio para arengar a los asistentes y pedirles que no desesperen, porque antes de que se realice la clausura, es posible que se vuelva a repetir el evento, solo que las gradas están vacías.
Los encargados de la limpieza de la pista de competencia le piden abandonar y le informan que dentro de cuatro años y ocho meses podrá volver a competir, o antes pero se trata de un evento en otra especialidad.
El ganador ha sido discreto y no celebra el triunfo en espera que se eliminen todas las dudas sobre la justa y una vez confirmada la medalla de oro, subir al pódium para confirmar que ganar o perder es el resultado en cualquier competencia, hasta en lo electoral.