Antes de salir a atender una emergencia a bordo de alguna ambulancia de la Cruz Roja, Miguel Ángel Saldívar respira profundamente y se prepara para enfrentarse a lo inesperado, con la cabeza fría, pero con las manos calientes.
“Ya estoy en proceso para la universidad, pero sigo como voluntario en la delegación Chiautempan, a donde voy en los tiempos libres a apoyar”, comenta a La Jornada de Oriente.
El joven asienta: “definitivamente es un compromiso y una pasión”.
Durante cuatro años y medio ha colaborado con la Cruz Roja.
Inició casi a los 19 años de edad. En este lapso recibió formación como técnico en Urgencias Médicas.
Además, se ha capacitado en conducción de vehículos de emergencia. “Faltan más cursos todavía por realizar”.
–¿Por qué brindas un servicio como voluntario?
–Por ver a las personas en desgracia en algunos momentos o sufriendo, me nació esa parte de ayudarla, porque no me gusta verla sufrir o que no reciba ayuda.
En lo personal nunca ha experimentado la necesidad de requerir asistencia de la Cruz Roja, “pero –subraya– por qué no poner ese granito de arena y apoyar”.
El originario de Chiautempan recuerda la frase de una compañera voluntaria: “Un paramédico debe tener la cabeza fría y las manos calientes para poder pensar qué hacer en cada situación”.
–¿Y sí lo aplicas?
–Claro, definitivamente, porque tenemos que llevar paz a donde no la hay, porque no puedo llegar y ponerme mal con la familia o las personas que están atrapadas (en un accidente), porque no podría realizar mi trabajo con excelencia.
–¿Cómo se le hace para mantener la cabeza fría?
–En la capacitación que tenemos en urgencias médicas nos hacen trabajar bajo presión, siempre, para que en esos momentos saber qué hacer.
“Yo me enfoco en estar tranquilo, respirar profundamente antes de ir a esa emergencia y esperar lo inesperado, porque nunca sabemos qué pasa en realidad, nos pueden decir una cosa pero puede pasar otra”.
En la trayectoria como voluntario, Miguel Ángel ha tenido “infinidad” de experiencias.
Ha auxiliado a personas atropelladas, golpeadas y apuñaladas.
Sin embargo también ha estado en peligro al desempeñarse como paramédico, “porque –anota– a lo mejor la gente se molesta cuando llegamos media hora después de la llamada de apoyo”.
Pero explica que las personas que piden asistencia primero marcan el número telefónico del Servicio de Emergencias 066, luego el reporte se remite a la policía y posteriormente a la Cruz Roja.
“Obviamente es un retraso increíble, por lo que cuando llegamos la gente ya está muy alterada y pues sí nos ponemos en riesgo de ser agredidos, de hecho, al llegar ya nos están violentando”.
–¿Se valora poco el trabajo de los voluntarios?
–Sí, muy poca gente es la que valora este esfuerzo.
“Precisamente con una sola persona que empiece a alterar a los demás, comienzan las agresiones. Hasta ahora no me ha tocado ningún ataque”.
La sociedad debe conocer las carencias en la Cruz Roja: Miguel Ángel
Convoca a la sociedad a destinar una parte de su tiempo para conocer directamente a la Cruz Roja y las carencias a las que los voluntarios se enfrentan para atender adecuadamente una emergencia.
“Que vea que no es fácil estar ahí, pero finalmente lo hacemos de corazón y somos humanitarios, porque no solamente apoyamos en accidentes sino a gente que llega a la delegación a pedir cobijas u otras cosas”.
Rememora a un paciente lesionado por atropellamiento, en el que perdió una pierna y un brazo.
“Esa persona estaba consciente y lamentablemente al ver alguien sufriendo te impulsa a hacer muchas cosas y a dar lo mejor de ti. Verlo, llevarlo al hospital y entregarlo, pero que después de un tiempo encontrarlo y que me dijera, tú fuiste quien me ayudó, muchísimas gracias porque de no ser así no estuviera en este momento”.
“Es algo muy grato esa parte de agradecimiento, me estimula para dar lo máximo de mí”.
Miguel Ángel Tiene claro que será médico, especialista en neurología.
“Y –acentúa– seguir ayudando a la gente en desgracia, en todo momento. En la Cruz Roja, ayudar, impulsar y capacitar a los voluntarios”.