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El inquilino de Los Pinos se queja de que nadie aplaude, que solamente se destacan los aspectos negativos de la realidad y se deja en la oscuridad todas las bondades de las reformas, los aspectos positivos del “mover a México”. En su optimismo no se da cuenta que mira un mundo al revés, donde él camina realmente patas pa’rriba.
No entiende por qué los padres y madres de los normalistas de Ayotzinapa no superan su dolor, porqué los mexicanos no olvidan la gran cantidad de fosas clandestinas -llenas de restos de cadáveres- que aparecen por Veracruz, Guerrero, Morelos, Tamaulipas y otros estados. No entiende por qué no se pueden olvidar las masacres –ejecuciones extrajudiciales – realizadas por el ejército o la policía federal, que para el caso da lo mismo, en Tlatlaya, Apatzingán, San Fernando, Calera, Tanhuato, Nochixtlán y las que aparezcan.
No comprende porqué molesta a la gente que los contratistas del gobierno le construyan una casa blanca o le pongan un dpto. o le paguen el predial en Miami. ¿Qué tiene de malo que la familia real viva en el primer mundo? Si está claro que aquí solo vive la plebe. ¿Qué tiene de malo compartir con los amigos un poco de lo que ganan, y que estos contratistas sean amigos de la familia?
¿No debemos apoyarnos los unos a los otros? Envidiosos que son.
Si la plebe no tiene amigos que les consigan un depto. en Miami o les construyan una casa en Las Lomas, es porque no saben buscarlos. Prefieren las malas compañías.
Así pues, no entiende, o se hace, que la plebe es cada día más pobre porque el gran capital, que él y su gobierno apoyan, se ha lanzado desaforado sobre el salario, acelerando en los últimos años la reducción del salario real iniciada desde finales de los años 70.
Tampoco logra entender por qué la plebe se resiste al “progreso”, prefieren defender su terruño miserable frente a la posibilidad de incorporarse al “primer mundo” con aeropuertos, autopistas, trenes de alta velocidad, presas, minas y otros megaproyectos.
Y ni qué decir de la educación, ellos, los que plagian, los que no recuerdan siquiera tres libros leídos, vienen a imponer un “modelo” que les fue dictado por los poderes supranacionales de la OCDE, del FMI y del BM. Modelo que no toma en cuenta las diferencias que existen entre los educandos europeos y los niños de Nochixtlán y de los miles de comunidades indígenas y campesinas de nuestro país.
Así es. La “raza” no comprende, o mejor dicho, no acepta la versión-visión-percepción oficial de la situación nacional en la que la corrupción, la impunidad, la violación continua de los derechos humanos y la violencia cotidiana, son “el pan nuestro de cada día”
Sí, hay un clima de inconformidad que envuelve a la sociedad, pero como siempre los dueños del poder, el poder fáctico, utilizarán los medios, principalmente TV para convencer al culto público de que los causantes de la baja en el PIB son los profes de la CNTE y sus bloqueos que han obligado al cierre de las empresas y aumentado el desempleo. Así los profes todos serán vistos como los malos porque con el paro lesionan los derechos humanos de los niños. “Cuestión de lesa patria porque atenta contra el futuro de la nación”. Impiden además el libre tránsito y el derecho al trabajo de los empresarios y sus explotados, “causando pérdidas millonarias.”
Hoy nos encontramos en un claro enfrentamiento entre dos visiones: una que surge en las alturas donde todo va bien, y si hay algún tropiezo es porque la plebe no sabe evaluar lo bueno del régimen, como lo repiten hasta el cansancio los pericos de la tele. Y la otra: La que vive el pueblo empobrecido, desplazado, despojado, agredido, ninguneado, harto de la violencia y de la impunidad.
Una visión que espera que el tiempo borre las ofensas, que el cansancio apague la lucha por la justicia y que la plebe acepte que los de arriba tienen la razón porque la pueden comprar y si no, tienen la fuerza para arrebatarla. Y la otra, la que piensa en la naturaleza no como campo de explotación o fuente de ganancia, sino como la madre tierra, en la que ni el aire ni el agua ni el territorio pueden ser mercancías. En donde tampoco, la trasmisión del conocimiento, la educación o la salud se puede tratar como un objeto mercantil.
Hay que recordar la historia: La muerte de Jaramillo, las masacres impunes, Tlatelolco 68, La Normal 71, la “guerra sucia”, el Charco, Aguas Blancas, Acteal siguen sin juicio ni castigo y los ejecutores impunes.
Es necesario refrescar la memoria y salir a la calle a luchar por la justicia, contra la corrupción, la impunidad y conquistar el castigo a los culpables. Ni perdón ni olvido.
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