El amor: esa línea enrojecida en el horizonte,
ese veneno combatido por los inquisidores,
el que, desde Langley, Virginia,
es sometido a miles de virus asesinos
que fragmentan nuestros corazones.
El amor, digo, a los despiertos a la noche
que arde en sus labios,
ese paraíso en aguas silenciosas,
inevitables, profundas.
El amor, latidos en las sienes,
pataditas en los vientres,
erecciones en los pechos y en las pelvis.
El amor, reiterada lección incomprendida,
pandemia de disparates, crisis de crecimiento.
El amor: pre-verso hacia la placentera textura de un poema.