La palabra autopsia proviene del griego y significa “ver por uno mismo”, a diferencia de las necropsias cuyo significado es “ver a un cadáver” y se aplica al estudio de un ser vivo que ya falleció, pero incluyendo a otras especies.
A lo largo de toda la historia de la humanidad se han llevado a cabo para resolver la incertidumbre de la muerte. Muy probablemente los primeros anatomistas fueron cazadores y carniceros prehistóricos. Posteriormente se llevaron a cabo prácticas de disección como un arte adivinatorio, revisando las vísceras de los animales, en el 3500 antes de nuestra era, con una práctica inicial en Babilonia y que después de dispersó por toda Europa.
El médico griego Galeno (131–200) estudió a seres humanos y animales proponiendo la teoría de “los humores” en los que se opinaba que había cuatro elementos (flema, sangre, bilis amarilla y bilis negra) que se alteran en la enfermedad. Esta suposición por supuesto errónea, perduró por más de mil 400 años. Entonces, la postura ante las disecciones de seres humanos fue negativa en general, seguramente por el respeto a la muerte y al fallecido; sin embargo se debieron haber hecho muchas disecciones para aprender anatomía; aunque alrededor del 1200 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Bolonia se estableció la norma de hacer autopsias para ayudar a resolver problemas de tipo médicos y legales.
De todos modos las autopsias estaban prohibidas por la iglesia hasta finales del 1400 cuando el papa Sixto IV emitió un decreto que permitió las disecciones por los estudiantes de medicina. Entonces surgieron grandes anatomistas como Andrés Vesalio o Andreas Vesalius, que es la forma latinizada del nombre Andries van Wesel (1514–1564), Ambroise Paré (1510–1590), Giovanni Maria Lancisi (1654–1720) y Herman Boerhaave (1668–1738); sin embargo la historia de la medicina reconoce al italiano Giovanni Battista Morgagni (1682–1771) como el padre autopsia moderna al instaurar la correlación de hallazgos orgánicos alterados, en el estudio de los muertos y establecer los síntomas clínicos antes de morir, es decir que se basaba en las historias clínicas de los pacientes, para concluir las causas de las muertes. Posteriormente otro médico fundamental para el desarrollo de las autopsias fue Karl Rokitansky (1804–1878), quien para ser más objetivo, estudiaba solamente a los cadáveres sin el antecedente de conocer los signos y síntomas previos a la muerte. Un médico contrario a las ideas de Rokitansky fue Rudolf Ludwig Karl Virchow (1821–1902), quien basándose en el estudio microscópico avanzó en la doctrina que sostiene que la patología celular era la base de la enfermedad.
Otros médicos contribuyeron con el estudio sistemático de aquellos que morían en hospitales llegando a conclusiones sorprendentes, como el hecho de que un buen número de diagnósticos, no coincidían con los resultados de estudios en autopsias. Entonces se propuso este método como base de la educación médica.
Sin embargo, a mediados de los años sesentas, las autopsias comenzaron a decaer y esta tendencia se ha acentuado en la actualidad. Las razones que explican este fenómeno giran en torno a la mayor agudeza diagnóstica que ofrecen los nuevos métodos de laboratorio y gabinete de apoyo a los médicos. Por otro lado, la solicitud de autopsia debe ser aceptada por familiares a quienes la propuesta de, literalmente abrir a un ser querido recientemente fallecido, no en raras ocasiones resulta parecer extravagante, dolorosa, innecesaria y hasta grotesca. Además los médicos pueden sentirse intimidados ante la posibilidad de descubrir errores diagnósticos y de tratamientos.
Es un hecho comprobado que alrededor de 30 por ciento de diagnósticos de defunción no corresponden a los hallazgos en el estudio de un cadáver y la autopsia constituye el método de referencia más importante para definir de qué murió un enfermo. Constituye una herramienta de aprendizaje, investigación, enseñanza y práctica que de ninguna manera debe abandonarse. Su implementación como una rutina, de la misma forma en la que se establecía a mediados del siglo antepasado dentro de los hospitales y aulas, debe retomarse considerando que su valor potencial desde un punto de vista individual y colectivo es fundamental dentro de la salud pública.
En este sentido, para mí no representa ningún conflicto donar mi maltratado cuerpo repleto de enfermedades metabólicas, para un estudio de autopsia y de esta forma, contribuir de alguna manera al desarrollo profesional de cualquier muchacho de reciente ingreso para llevar a cabo su preparación académica en un centro universitario o en algún hospital.