Jueves, abril 25, 2024

Ni perdón ni olvido

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¿Podemos hablar de una propuesta de justicia neoliberal? Para quienes entendemos que el neoliberalismo, como modalidad histórica del capitalismo, es mucho más que economía de mercado, que es un proyecto civilizatorio que impone como finalidad personal el enriquecimiento y la desigualdad a partir de principios fundamentales como el individualismo, la acumulación sin fin, el egoísmo y la competencia en todos los ámbitos de la vida política, social y cultural, bien podemos afirmar sin temor de errar: que si existe una propuesta de justicia en el neoliberalismo.

Dos casos ocurridos recientemente pueden ejemplificar como se modifica el sistema de administración de justicia en México bajo el gobierno neoliberal de Enrique Peña Nieto.

El primero, ocurrió en Puebla hace unos días, cuando un conductor ebrio se pasó la luz roja del semáforo e impacto a un auto compacto que avanzaba en una calle transversal atendiendo a la luz verde del mismo semáforo. El resultado fue trágico, murieron las dos personas que viajaban en el auto compacto: una mujer de 40 años y su hija de 18.

Luego, según se supo, los deudos de las dos personas asesinadas (no hay otra forma de llamar este hecho), se dice que a cambio de un monto de dinero que les entregó el conductor culpable del crimen como compensación del daño, le otorgaron el perdón lo cual le permitió continuar el proceso en libertad.

Si los hechos ocurrieron como se describen, resulta que la justicia se convierte en un asunto privado, que se resuelve con una negociación entre privados y deja de ser un asunto de Estado. Pero hay algo más grave aún. Si otorgar el perdón lo pueden hacer las víctimas (o como en el caso que se comenta, los deudos) a cambio de dinero, la justicia se vuelve desigual sólo pueden obtenerla los particulares que tengan capacidad económica para cubrir el importe calculado del daño causado y reparado. Esto, simplemente, es neoliberalismo, pero no justicia. Si el conductor que asesinó a dos personas no hubiera alcanzado el monto que exigieron los deudos como reparación del daño causado, no habría salido de la cárcel y estaría sometido a juicio por asesinato imprudencial agravado.

El otro caso que puede ser ejemplo de lo que podría ser la (in) justicia neoliberal es el ocurrido apenas el lunes con el presidente Peña Nieto en el centro del show. En un acto donde se promulgaron tres nuevas leyes y las reformas aprobadas por el Congreso a otros cuatro ordenamientos, se constituyó el Sistema Nacional Anticorrupción. La reunión recordó los viejos fastos del PRI, partido al que le cuesta mucho trabajo renovarse pues creen que el cambio pasa sólo por poner jóvenes tecnócratas en la presidencia del Comité Ejecutivo, aunque haya sido nombrado a la vieja usanza por el presidente de la República y su proyecto política y económico siga siendo el mismo. Al acto, se convocó a la clase política (con excepción de los gobernadores que no fueron requeridos, aunque curiosamente estuvieron gobernantes perredistas, hoy sus más fieles aliados: Gabino Cué de Oaxaca, el jefe de gobierno de la Ciudad de México; Miguel Ángel Mancera y Graco Ramírez gobernador de Morelos) y a los nuevos protagonistas políticos, ante los cuales pidió “perdón” por el caso de la Casa Blanca adquirida de manera poco transparenta.

Al parecer ahora basta pedir perdón y listo, no hay nada más, no hay castigo. El “error” cometido queda tan vago que merece la impunidad, pues sólo generó una percepción equivocada entre la población que se irritó aunque el presidente se auto disculpó ya que, dijo, actuó “conforme a derecho y con total integridad”. De esta manera hacer un acto de contrición parece ser suficiente para “corregir errores”. ¿O acaso ya se corrigió el error denunciado por quien lo cometió?

Sin embargo, quedan dudas ¿qué pasó con la Casa Blanca? ¿La devolvió el presidente al contratista que se la transfirió? Es decir, si bien el discurso presidencial reconoce la comisión de un error, nunca aclara si ese error ya se corrigió y si así fue cómo se corrigió. En caso de no haberse corregido el supuesto error, el presidente debió decir por qué no se hizo. En fin, recordando a José López Portillo que pidió perdón a los pobres por llevarlos a la miseria y no pasó nada; hoy, nuevamente se nos pide perdón y sólo sabemos que hay nuevas leyes anticorrupción, Ahora veremos si se cumplen. Es más sospechamos que con el sistema neoliberal de impartición de justicia con pedir perdón ya la hicieron quienes cometen “errores” y las cárceles se destinan a los que protestan, los maestros entre otros.

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