Con Gustavo Vargas para siempre… (1927–2016)
No hay palabras que puedan describir lo que sentimos al conocer la noticia del fallecimiento de Gustavo, como no hay palabras suficientes ni adecuadas para expresarle nuestro agradecimiento por habernos apoyado en los momentos más difíciles para nuestra universidad, cuando nadie quería tener trato con nosotros, cuando éramos rechazados por nuestra convicción de construir una sociedad que incluyera a los más olvidados de nuestro país.
Con él, vivimos la utopía más bella del mundo, con la esperanza de que futuras generaciones pudieran vivirla, pues habiendo un camino tan largo para alcanzarla, Gustavo nos hizo conscientes de que a nosotros no nos tocaría vivirla.
Gustavo Vargas Escobosa fue una persona comprometida con ese objetivo social; fue una persona coherente que llevó a la práctica sus convicciones en la naciente sociedad revolucionaria cubana, en donde obtuvo una enorme experiencia no sólo en el nivel social, sino en su propia profesión como arquitecto, como constructor de obras necesarias en las comunidades pobres de Cuba.
Y con esa experiencia llegó a apoyarnos en un proyecto educativo que desarrollábamos en la entonces Escuela de Arquitectura (hoy Facultad) de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) y el Departamento de Investigaciones Arquitectónicas y Urbanísticas (DIAU), hoy sede de la Red Nacional de Investigación Urbana (RNIU), que fue creado dentro de ese proyecto.
Para muchos de nosotros, el cogobierno de Arquitectura en la UAP constituyó un planteamiento enfocado a la búsqueda de nuevos paradigmas, tanto en la enseñanza como en la práctica profesional y su articulación con la problemática social. Vale decir que ese cogobierno tuvo mucho de Gustavo, cuando evocamos ese periodo, tanto en el marco de la formación académica, como en el de los recuerdos personales surge siempre su presencia en primer plano. Por su liderazgo y aportaciones en muchos sentidos era todo un personaje, alejado de los esquemas acartonados del profesionista y del maestro convencional, su carácter moldeó en buena medida la práctica de sus compañeros más cercanos; y su compromiso, honestidad y exigencia con la calidad del trabajo, sigue siendo un referente en la conducta profesional de muchos de sus alumnos y amigos.
La comprometida participación de Gustavo, nos permitió tener una currícula que ligaba teoría y práctica en un solo eje conceptual; gracias a él, logramos sostener nuestro trabajo en 76 comunidades al interior del estado de Puebla, en donde los estudiantes cristalizaban lo aprendido en las aulas, respondiendo a las necesidades comunitarias de los poblados con los que se estableció contacto.
Fue nuestro maestro, pero no solamente lo fue académicamente, el nos dio una enseñanza de vida; nos enseñó a ser congruentes con nuestro pensamiento, a hacer un esfuerzo de coincidencia entre palabras y hechos, nos enseñó que el cambio comenzaba cambiando nosotros mismos para no reproducir lo que criticábamos. Nos enseñó que no teníamos la verdad absoluta y que saber escuchar valía más que todas las palabras del mundo… nos costó mucho trabajo entenderlo y mucho más llevarlo a la práctica, pero lo seguimos intentando…
Gustavo no era amante de la palabrería, era un hombre de acción, de resultados, eso era a lo que se enfocaba siempre, tener resultados y que éstos fueran de la mejor calidad, no hacía concesiones, había que hacer el mejor y mayor esfuerzo para alcanzar el objetivo. Gustavo no escatimó nunca el tiempo que tenía que dar a la construcción y ejecución de nuestro proyecto educativo, su proyecto educativo; viviendo con su familia en la ciudad de México, no sólo venía a Puebla cada tercer día a dar clases, cuando era necesario venía sábados y domingos, o en vacaciones para elaborar/actualizar los programas de estudio, discutir las pedagogías o recorrer los caminos de terracería hacia las comunidades en las que íbamos a concretar las propuestas elaboradas en los diferentes semestres de la carrera de arquitectura o en donde se iba a realizar el servicio social. Por supuesto, este tiempo extra era con cargo a sus propios recursos porque los de nuestra institución eran escasos y él no aceptaba que eso tuviera que ser una limitante, la mística del trabajo siempre estuvo presente con él… con él todo era posible, “hay que luchar por lo imposible”, decía…
Sin embargo, su contribución a la Universidad Crítica, Democrática y Popular, de aquellos tiempos, fue abruptamente interrumpida por una purga cuyo miope interés se enmarcaba en la lucha faccional que descarriló los procesos democráticos y de cambio académico, hasta hacer de esta universidad una institución que perdió identidad y rumbo democrático. Este contexto explica por qué la contribución académica de Gustavo Vargas no fue reconocida institucionalmente, de manera oficial, como tampoco fueron reconocidas sus importante aportaciones pedagógicas que marcaron, por lo menos, a diez generaciones de arquitectos poblanos…
Gustavo fue una figura muy importante durante una etapa en la que intentamos construir un futuro diferente a partir de un proyecto académico, a esa tarea entregamos toda nuestra energía; sin duda, fue una ilusión forjada a lo largo de diez años, que se estrelló, sin ir mas lejos, contra la visión burocrática y totalitaria de la facción dominante en el ámbito universitario de esa época. No fue casual que ubicaran a Gustavo en el foco de una estrategia de exclusión como un medio para demoler una alternativa que no tenía cabida en sus necesidades de dominio y control absoluto, y como suele suceder cuando falta la razón, recurrieron a la infamia y a los procedimientos más viles en contra de una persona cuya trascendencia era obvia por lo que aportó a un movimiento del que formamos parte… nunca mereció ser tratado de esa manera.
Lo extrañamos ciertamente, pero lo extrañamos desde que lo alejaron de esta universidad, y por eso y por mucho de lo que no hemos podido mencionar y que añoramos, te vamos a extrañar siempre querido maestro Gustavo Vargas Escobosa.