Jueves, abril 25, 2024

Alcalá, atrapada entre la campaña negra y la desconfianza hacia el PRI

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A media campaña electoral, el balance de la candidata del PRI, Blanca Alcalá Ruiz, está lleno de claroscuros, ya que por un lado tiene el mérito de que no ha caído en las intenciones del voto y se mantiene muy cerca de su rival del PAN, Antonio Gali Fayad, además de que ha logrado el apoyo –negado en un principio– de la dirigencia nacional de su partido. Por el otro lado, se sigue percibiendo un miedo a confrontar directamente al gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, mucha desorganización en sus labores proselitistas, malos mensajes y una marcada desconfianza de la aspirante en la estructura formal del tricolor.

El reto que tiene Blanca Alcalá para las siguientes cuatro semanas es que logre polarizar con Antonio Gali Fayad, es decir no solo concite el sufragio de las bases priistas, sino de toda la población que se siente agraviada, desencantada, decepcionada o indiferente con el gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas, y encuentre en el PRI un “voto útil” y la única vía para evitar la continuidad del morenovallismo.

Hasta ahora la confrontación directa con Moreno Valle Rosas ha provenido de las otras candidatas, Roxana Luna Porquillo y Ana Teresa Aranda Orozco, y fue hasta éste domingo que la priista se atrevió a referirse al titular del Poder Ejecutivo como el que está atrás de las campañas negras en su contra.

Esa condición tiene dos efectos: el primero es que está fraccionado el voto anti morenovallista entre las 3 candidatas de la contienda.

El segundo es que esa situación no le permite a Blanca Alcalá entrar en aquellos sectores del electorado que no son afines al priismo y que son vitales en esta contienda para poder derrotar al grupo del gobernador.

Blanca Alcalá, en su propaganda, en los mitines, reuniones, ruedas de prensa y entrevistas siempre se refiere “al actual gobierno” o “mis opositores”; nunca acusa o responsabiliza de algo negativo a Rafael Moreno Valle Rosas. Esa actitud mojigata, y al mismo tiempo, la campaña negra en su contra de “Blanca se fue en blanco”, la tiene entrampada, pues aunque no cae en sus intenciones del voto –lo cual causa mucho nerviosismo en el lado morenovallista– tampoco le permite crecer. por lo que es vital que Alcalá de un viraje en este comportamiento y se vea reflejada en el espejo del proceso electoral de 2010, en donde Rafael Moreno Valle Rosas ganó porque logró polarizar al electorado para que se frenara la continuidad del grupo del entonces gobernador Mario Marín Torres y consiguió que miles de electores sufragaran por el Partido Acción Nacional, aunque fueran antipanistas, pero encontraron en el albiazul la única vía para frenar el marinismo.

Se sabe que la principal estrategia de Alcalá y del PRI es perder la elección por un margen inferior a los cinco puntos de diferencia con Gali Fayad –condición que es posible dado que quienes conocen los índices reales de las preferencias del voto indican que la priista se mantiene a pocos puntos de su oponente–, para que de esa manera el resultado electoral intente ser tumbado en tribunales, con base a los argumentos del excesivo gasto propagandístico del PAN y la intromisión del gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas en la compra de votos.

Sin duda es viable el escenario de que el PRI pueda perder por poco margen y judicializar la elección, para buscar su repetición, pero si esa es la única estrategia que tiene Blanca Alcalá para ganar la elección, queda claro que se antoja poco probable que lo pueda lograr y entonces se estaría encaminando a una segura derrota.

Si Alcalá no da muestras de que quiere ganar, por encima de la estrategia de judicializar la elección, seguirá sobre ella la duda de que habría negociado fingir que competía, pero en realidad jugó a dejarse derrotar.

Esa sospecha provocó que al inicio de la campaña Alcalá fuera vista con desconfianza por el presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, –además por ser muy cercana al senador Emilio Gamboa Patrón–, quien poco a poco le ha ido creyendo a la candidata y por esa razón el dirigente priista le ha brindado apoyos muy valiosos, que han consistido en llamar al orden a la estructura local del PRI –en particular a la del ex gobernador Melquiades Morales Flores– y tramitar en espacios de la prensa nacional la aparición de fuertes cuestionamientos contra Antonio Gali.

Sin embargo, no está del todo arreglado, pues se sabe que Blanca Alcalá confía en todos menos en los líderes que mueven las estructuras electorales de su partido, al considerar que la mayoría son controlados desde Casa Puebla.

Esa situación explica por qué Alcalá descansa las decisiones más importantes en su operador y su yerno, Édgar Chumacero, quien es un político inexperto, irascible y con poca capacidad de negociación.

Chumacero, en lugar de ayudar, se ha convertido en un punto vulnerable de la candidata, al ser constantes las confrontaciones que tiene con el resto de los operadores, como es el caso de Alejandro Armenta Mier, el supuesto coordinador de campaña que no acaba de tener el control de las riendas de las actividades proselitistas de la candidata.

Son entendibles el miedo y desconfianza de la candidata en los operadores del PRI, ya que el gobierno de Rafael Moreno Valle está comprando a todos los priistas que se dejen.

Frente a esa circunstancia, la candidata tiene que buscar una ayuda superior de la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional y de los delegados del gobierno federal, para que se arme una estructura paralela que frene, aunque sea parcial, la compra de voluntades del morenovallismo.

Y para lograrlo es vital que Alcalá ya asuma un papel de verdadera opositora del morenovallismo y deje de ser una candidata que busca ganar ayudada por las circunstancias del destino.

 

 

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