Martes, abril 23, 2024

Tras su rehabilitación, resurge la decoración original del templo de Huaquechula

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La bóveda del templo franciscano de San Martín de Tours, en Huaquechula, aquí en Puebla, fue intervenida por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes durante los trabajos hallaron la sillería original del siglo XVI, que permaneció oculta por cientos de años debajo de 15 capas de encalados.

Como parte de una primera etapa, las labores en la cubierta del inmueble religioso que es ejemplo de la arquitectura conventual poblana del siglo XVI, por el diseño de la bóveda de crucería, permitieron preservar los acabados arquitectónicos y recuperar las tonalidades originales de nervios y arcos.

El restaurador perito Pablo Vidal Tapia, responsable de los trabajos, informó que durante la intervención se descubrió la sillería que decora la bóveda pintada con enlucido blanco aplicado directamente sobre el aplanado, la cual se mantuvo oculta durante siglos.

Al hacer calas estratigráficas se comprobó que bajo 15 encalados se hallaba la decoración original del siglo XVI, prácticamente completa y en buen estado de conservación, por lo que se determinó rescatarla.

El decorado consta de sillares simulados con base en juntas rehundidas que les dan volumen y textura. Además, en un conjunto de nueve ventanas de estilo gótico –dos de ellas ya intervenidas–, se descubrió una decoración mural con imágenes de un cordón franciscano y cenefas de flores de lis y cardos que rodean los vanos. Su manufactura es de filiación indígena.

El especialista de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), dijo que al comparar esta decoración con la pintura mural que se advierte encalada en las paredes del templo, las guías de flores son recurrentes en la arquitectura conventual, especialmente en los inmuebles franciscanos.

“El valor del ex convento de Huaquechula, que se terminó de edificar en 1569, radica en que mantiene el diseño original de sus acabados arquitectónicos, así como pinturas, esculturas y retablos, cuya antigüedad data de los siglos XVI al XX”.

El templo de San Martín de Tours posee una bóveda de crucería con nervios de piedra labrada seccionada en cuatro tramos por arcos. Cada uno mide 10.70 metros de largo por 11.50 metros de ancho. El primer tramo de la bóveda corresponde al coro; el segundo y tercero a la nave del templo y el cuarto al presbiterio, cuya nervadura presenta un diseño mucho más elaborado.

Asimismo, presenta la tipología característica de las iglesias mendicantes del siglo XVI en México: una sola nave continua y presbiterio poligonal. Mide 46.3 metros de largo por 11.4 metros de ancho; sobre los gruesos muros desplanta la bóveda de crucería, que para la época significaba una estructura ambiciosa, elaborada y costosa.

“En el recinto se pueden ver los distintos estilos en el arte y los momentos históricos por los que ha pasado el país. El que no se haya modificado ni repintado es otra de las razones que lo hacen único”.

Durante la primera temporada de trabajo –efectuada durante los últimos cuatro meses de 2015–, además de la atención del 50 por ciento de la bóveda de crucería, se atendieron deterioros del inmueble, entre ellos grietas ocasionadas por sismos registrados a lo largo del tiempo, así como resanes de cemento fuera de nivel, manchas de humedad, polvo y hollín acumulado. Los muros y la cubierta fueron encalados en diferentes momentos de su historia, generándole un aspecto grisáceo.

“La intervención de la bóveda –explicó Pablo Vidal– también comprendió el desencalado de los aplanados, eliminación de resanes hechos en cal y cemento que fueron sustituidos por unos de cal y arena, limpieza de las superficies, consolidación de la decoración del siglo XVI y reintegración cromática para que las lagunas resanadas mostraran un aspecto similar al original”.

Los nervios y arcos de piedra labrada tenían una capa pictórica gris de finales del siglo XIX o principios del XX y bajo esa capa estaba un enlucido aplicado directamente sobre la piedra que también fue retirado y ahora permite ver la piedra que está veteada con tonos naranjas, amarillos y rojos.

La segunda fase de la intervención de la bóveda se prevé para el segundo semestre de este 2016. Cabe recordar que en 2012, el INAH trabajó el retablo principal y en 2013 el portón de madera.

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